La misma persona que le metió el miedo en el cuerpo a los mercados con el aviso de que la crisis del coronavirus podría asemejarse a la de finales de la pasada década demostró pocas horas después que, al menos, el escenario no es ni siquiera parecido. Christine Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), no hizo sino confirmar que el principal elemento de la etapa negra que se viene encima, al margen de la pandemia del virus proveniente de China, es la falta de confianza y no de liquidez, como entonces. Y la prueba ha sido la inmediata respuesta de la banca comercial, que ha exhibido músculo ante la timorata reacción tanto del organismo emisor como de las autoridades comunitarias, que han vuelto a adolecer de falta de agilidad.
BCE en tiempos de Coronavirus / CG
El pasado jueves, todos los focos se centraban en Lagarde, que daba su rueda de prensa más importante al frente del BCE. Pero sentado a su derecha estaba alguien con una perspectiva ideal de los dos periodos de crisis: Luis de Guindos, en la actualidad vicepresidente del emisor y en 2012, del Gobierno de España y ministro de Economía. Precisamente, quien articuló ni más ni menos que un rescate bancario por parte de la Unión Europea valorado finalmente en unos 40.000 millones de euros. Él mejor que nadie sabe que no hay comparación posible.
Caixabank y BBVA, al rescate
No hace falta ir demasiado lejos, ni en el espacio ni en el tiempo, para comprobarlo. El día de la decepcionante reunión del consejo de gobierno del BCE, que desencadenó uno de los mayores descalabros bursátiles de las bolsas del Viejo Contienente en toda su historia, BBVA anunció la puesta en marcha de un protocolo de ayuda para pymes y autónomos a través de líneas de crédito por valor de hasta 25.000 millones.
Pero no fue la primera entidad en España en anunciar algo así. Apenas 24 horas antes, Caixabank había ofrecido a los mismos colectivos un plan a base de préstamos preconcedidos por idéntica cuantía.
El plan de la banca francesa
Era una respuesta inmediata de la banca comercial a la puesta en escena del Consejo Europeo, reunido de urgencia por videoconferencia el pasado martes y cuya conclusión desalentó también a los mercados, con una pobre receta de 7.500 millones de euros en un primer momento, con el propósito de llegar a esos 25.000 que una sola entidad privada era capaz de ofrecer.
En estos días, otros grandes bancos europeos han puesto en el mercado planes similares destinados a los pequeños empresarios de sus países. Entre ellos, los franceses BNP Paribas y Société Generale, en este caso con programas de aplazamiento o fraccionamiento de pagos de hasta seis meses sin intereses. Liquidez y más liquidez. Toda aquella que faltaba en el 2012 del rescate bancario español en el que el euro vivió peligrosamente.
Lagarde no es Draghi
Sin embargo, en aquella ocasión los mercados sí fueron capaces de encontrar algo que ahora echan en falta: la confianza. Justo el elemento que, ocho años atrás y con el euro en sus horas más bajas, supo explotar el entonces presidente del BCE, Mario Draghi, al que muchos consideran como el salvador de la moneda única. Lagarde se ha limitado a prorrogar la receta del italiano cuando las necesidades son otras.
“Lagarde no es Draghi” ha sido una de las frases más pronunciadas en los últimos días, sobre todo tras ver la furibunda reacción de las bolsas a las medidas del BCE para combatir la crisis del coronavirus.
Más supervisión pero más solvencia
Si en el inicio de la década fue la eurozona la que salvó al sistema financiero, todo parece indicar que ahora las tornas cambian por completo. La banca superviviente salió de aquella crisis con un gran corsé regulatorio y con una serie de requisitos de capital y de supervisión de los que a menudo se quejan sus ejecutivos al estimar que coartan demasiado sus estrategias de crecimiento y, mucho más, en un entorno de tipos históricamente bajos.
Pero, a cambio, ha reforzado notablemente su solvencia hasta el punto de que con motivo de una situación tan complicada como la actual, sin precedentes en la historia y con una sorprendente capacidad de variar día a día, ha sido capaz de reaccionar con una celeridad impensable hace una década.
Una Europa descoordinada
Tampoco la Comisión Europea se ha situado en primera línea de combate contra la situación que se está generando por la expansión del Covid-19. Muchos consideran que su reacción, con un plan de 37.000 millones de euros, también ha sido tardía y pobre. El primer desafío para la presidenta, Ursula Von der Leyen, está poniendo a prueba la agilidad del nuevo Gobierno europeo resultante de las elecciones celebradas la pasada primavera. Mucho antes, Italia había tomado sus propias medidas que, en proporción, resultaron notablemente más ambiciosas, lo que da idea de lo que hubiera sido posible con una mínima coordinación entre los estados miembros.
Sin embargo, todo indica que en esta crisis el papel de salvavidas lo va a representar la banca comercial, como prueba la rapidez con la que se ha movido. En esta linea se manifestaba Miguel Ángel Fernández Ordóñez, en una entrevista concedida a Crónica Global.