El covid-19, nombre científico del tipo de coronavirus que tiene en vilo al planeta, ha logrado hacerse un hueco en la historia bursátil. Al menos, de los capítulos más negros. La incertidumbre generada por la extensión del virus fuera de China, donde se localiza su origen, y las posibles consecuencias para el crecimiento de la economía mundial ya han sido más nocivos para los mercados que los mismísimos atentados contra Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 (el tristemente célebre 11S). Palabras mayores. Los inversores acaban de vivir su segunda peor semana de un siglo que ya cuenta casi dos décadas completas.
La Bolsa española ha sido de las más castigadas de Europa en estos cinco días para olvidar, con descensos en torno al 13,5%. Los descensos superaron el 13% en Frankfort mientras que París perdió algo más de un 12%. La caída fue algo más moderada para Londres, pese a lo que no pudo evitar un desplome superior al 10%.
Mientras, los principales indicadores de Wall Street acumulaban pérdidas superiores al 12%, con especial incidencia en las últimas sesiones, con el correspondiente contagio al resto de mercados como plaza de referencia que es.
El crack de Lehman Brothers
No obstante, son cifras que palidecen frente a las provocadas por la quiebra de Lehman Brothers, en los albores del otoño de 2008. Por entonces, los principales índices mundiales se dejaron más de un 20% en apenas cinco sesiones (incluido el Ibex-35, que perdió algo más de un 21%). La caída podría haber sido de magnitudes mayores porque fue el propio sistema que sostenía todo aquello lo que implosionó y se llevó por delante todo lo que encontró.
Algunos expertos en extinción de incendios sostienen que el peor de los fuegos es aquel que revive cuando parecía controlado. Un axioma perfectamente aplicable a este caso. La crisis del coronavirus, que había generado cierta inquietud en los mercados, se había dado más que por superada.
Como prueba, tras un momento de duda, Wall Street siguió descubriendo cotas inéditas en sus máximos históricos. Y en casa, el Ibex-35 era capaz de superar los 10.000 puntos, por primera vez en los últimos 20 meses.
Contagio económico
Pero entonces, sucedió todo. Las alarmas volvieron a encenderse por la aparición de casos fuera de China. Y además, fuera del continente asiático. Y todavía peor, a mucha distancia, en la lejana Europa. De repente, grandes compañías comenzaron a anunciar rebajas de previsiones de resultados (los temidos ‘profit warnings’), los informes que advertían de las consecuencias del coronavirus para el crecimiento económico mundial se multiplicaron. Y apareció uno de los grandes enemigos de la Bolsa: el pánico.
Si bien es cierto que las cifras de mortalidad del coronavirus son incluso inferiores a las de la gripe común, no lo es menos que, en su intento de frenar lo máximo posible su propagación, el Gobierno chino aisló prácticamente a una provincia entera, con decenas de millones de habitantes que ni siquiera salen a la calle.
El temido resfriado chino
Una situación que, prolongada en el tiempo, tiene invisibles consecuencias: las cadenas de producción se bloquean, la actividad económica se resiente, las compañías internacionales comienzan a echar en falta los suministros que deben llegar de un manufacturero por excelencia como es el gigante asiático, responsable además del 14% del PIB mundial... el mecanismo del mundo globalizado que, precisamente, tuvo su carta de presentación a comienzos de siglo, con el 11S.
Aquella semana de los atentados que conmocionaron al mundo, el Ibex perdió algo más de un 11%. Sin embargo, tuvo incluso momentos de respiro que apenas se han visto en el caso del coronavirus. En esto influyó la rápida reacción de los principales bancos centrales del mundo (especialmente la Reserva Federal y el Banco Central Europeo), que se comprometieron a llevar a cabo una acción conjunta de bajadas de tipos de interés para paliar las caídas de los mercados y estimular la inversión. Y también, la falta de referencia de Wall Street, que no llegó a abrir aquel fatídico día y permaneció cerrado durante una semana.
Desplome de turismo y banca
Precisamente, la vuelta a la actividad de la Bolsa de Nueva York, con sus correspondientes desplomes, terminó por perfilar el efecto de los atentados en las bolsas. En el caso del Ibex, los recortes hasta que tocó suelo se fueron por encima del 15%, muy similar a los números que registró Wall Street. Precisamente, es una de las dudas que aun ahora atenaza al mercado: si se habrá llegado o no al final de la corrección.
En el caso del Ibex-35, los valores relacionados con del sector del turismo fueron especialmente castigados, por el posible impacto de la extensión del virus por el mundo. IAG se llevó la peor parte, con un desplome global superior al 26%, ya que también se vio penalizada por unos resultados anuales que no gustaron a los inversores. Pese a una última sesión de la semana muy positiva, Meliá perdió un 14% en esta vorágine vendedora que también se llevó por delante más de un 13% de la capitalización de AENA y un 10% de la de Amadeus.
La banca tampoco salió bien parada. Bankia (que alcanzó nuevos mínimos histórico) y BBVA perdieron más de un 15%; Caixbank, más de un 14% y Santander, por encima del 12%. También fue una semana trágica para Repsol, con descensos superiores al 15%, fuertemente golpeado por la caída en picado de los precios del crudo, que perdieron incluso la referencia de los 50 dólares.
Más de 4 billones perdidos
Hasta ahora, el mercado había vivido fuertes crisis derivadas de atentados terroristas y, sobre todo, de situaciones relacionadas con el comportamiento de la economía, el consumo e incluso el sistema financiero. Los problemas sanitarios habían sido superados por los mercados con cierta solvencia (especialmente recordado ha sido el precedente del SARS, que ni de lejos provocó el terremoto que ha supuesto el coronavirus).
En ese miedo a lo desconocido cabe encontrar buena parte de la clave para explicar por qué un simple virus con menos capacidad mortífera que la gripe ha dejado atrás, para los inversores, al 11S.
Algunos informes hablan de que las pérdidas registradas por los mercados bursátiles en todo el mundo en estos cinco días superan los 4 billones de euros, más de tres veces el PIB español y ocho veces la capitalización del Ibex-35, incluso antes de que comenzaran las caídas masivas.