La bolsa no ofrece fórmulas mágicas para acertar con las inversiones. Pero cuando una serie de valores aparecen con frecuencia en las carteras de las gestoras y no hacen sino acumular recomendaciones de compra no es por un cúmulo de casualidades. Y menos en aquellos casos en los que las apuestas son a largo plazo. Aunque se trata de acciones muy variadas, de compañías que operan en sectores distintos, las elegidas cuentan con una serie de características que no siempre comparten pero que se dan en la mayoría. ¿Qué deben tener para formar parte de este selecto grupo?
En primer lugar, no todos los inversores y expertos en bolsa son partidarios del largo plazo. No faltan los que acuden a uno de los tradicionales axiomas bursátiles, aquel que reza que “una inversión a largo plazo es, en realidad, una a corto que salió mal”. Uno de esos títulos que no han hecho más que subir desde su estreno bursátil es el gestor de infraestructuras de telecomunicaciones Cellnex. En este caso, por lo tanto, el plazo es lo de menos.
El éxito de las inéditas
Pese a que la compañía ha multiplicado por más de tres su precio de salida al mercado, que se produjo en 2015, analistas y gestores no parecen ver fin a su escalada alcista porque se mantiene como uno de los valores más recomendados. La antigua filial de Abertis, ahora controlada por la familia Benetton, cuenta con una característica que se repite prácticamente en todos los paradigmas de éxitos bursátiles mundiales: hace algo más de una década, cuando la bolsa española registró sus máximos históricos (un 40% por encima de los actuales precios del Ibex 35), no existía como empresa cotizada.
“Pensando en el largo plazo, el inversor debe preguntarse qué negocios van a funcionar en el futuro, en la próxima década. Y su apuesta debe coincidir con la respuesta que obtenga”, apunta Borja Ribera, profesor en EAE Business School y asesor financiero en GVC Gaesco.
Lo futurista vende
En la actualidad, las compañías que están batiendo todos los registros de capitalización en Wall Street tienen un bagaje muy reducido en el parqué; valores como Amazon, Facebook y Tesla pueden considerarse prácticamente como recién llegados a la bolsa.
“Muy pocos apostaron hace cinco o seis años por una empresa fabricante de coches eléctricos; ni siquiera se hacía de forma masiva por las energías renovables. Pero los que lo hicieron han multiplicado su inversión por 23”, apuntan desde un banco de inversión estadounidense.
Cambio de paradigma
Probablemente, lo mismo hubiera sucedido con una empresa cuyos activos son, principalmente, antenas de telecomunicaciones, como es el caso de Cellnex. Pero hoy es uno de los valores del Ibex 35 con mayor capitalización, no demasiado lejos de empresas como Repsol. En el caso de Tesla, su valor en bolsa ronda los 150.000 millones de dólares, superior a la suma del de todos los bancos españoles cotizados.
Los expertos hablan también de un cambio de paradigma que ha favorecido a los valores de la llamada nueva economía. “Para un inversor con vocación de largo plazo, los valores ideales eran aquellos que aseguraban un buen dividendo, principalmente los bancos y Telefónica. Salvo excepciones, todos ellos han sufrido notables depreciaciones y han tenido que recortar la retribución al accionista porque, en algunos casos, se estaban endeudando para poder pagarla”, recuerda Ribera.
Nuevos actores en viejos sectores
En el entorno actual, el interés por la banca ha sucumbido al escenario de tipos históricamente bajos y una regulación cada vez más exigente y restrictiva. Y empresas como Telefónica son vistas cada vez más como gigantes pero con una capacidad de movimiento muy limitada. Precisamente, el sector de la telefonía cuenta con otro de esos valores en los que el mercado se ha fijado de forma especial: Masmóvil.
En el fondo, se trata de otro caso de compañía recién llegada al parqué, cuyo sector no es precisamente nuevo, pero sí la forma de operar en él: sin una estructura mastodóntica que lo condicione y que le da la suficiente agilidad para ser capaz de atraer clientes a un ritmo notable. Su trayectoria de éxito está, precisamente, jalonada en la propia bolsa: del Mercado Alternativo Bursátil (MAB) no sólo al Mercado Continuo sino, además, al Ibex 35 en tiempo récord.
Capacidad de reinventarse
Los analistas apuntan que en este nuevo escenario también se premia y se confía en aquellas compañías que han sido capaces de reinventarse tras sobrevivir a la peor crisis que se recuerda en los mercados, la que se inició a finales de la pasada década.
Un ejemplo de este patrón es Sacyr. Obligada a vender activos para reducir un apalancamiento que la llevaba a una situación insostenible, la compañía ha resurgido con menor tamaño, fuera incluso del Ibex 35 en el que tanto tiempo había permanecido, pero centrada en ámbitos como el industrial y las concesiones, con más visibilidad que el de la construcción tradicional, deprimido hace más de una década en España y castigado por unos márgenes cada vez más reducidos y un acusado riesgo-país en el exterior.
Hace un año, Sacyr anunció que iba a apostar con fuerza por el sector de energías renovables dentro de su división industrial, lo que supone otro aspecto que la aleja del modelo tradicional de construcción y la pone en contacto con un sector en el que están previstas inversiones multimillonarias en todo el mundo para los próximos años. Y, de nuevo, del que apenas se oía hablar hace algo más de una década.