Occidente tiene un problema y en el caso de España es más grave: faltan jóvenes, y la población envejece. En Estados Unidos se ha comprobado el doble mensaje. Mientras su presidente, Donald Trump, rechaza la inmigración, su jefe de gabinete, Mick Mulvaney, admite en la reunión de un club privado que la cuestión ya causa angustia: “Estamos desesperados por conseguir más inmigrantes, nos estamos quedando sin gente para alimentar el crecimiento económico de nuestro país de los últimos cuatro años”. ¿Por qué? España lo puede corroborar. Su estructura demográfica es “peor” que la de Japón, y ello atenazará el crecimiento económico futuro. El debate “debería estar en el centro de la política”, señalan dos economistas, José Carlos Díez y Gonzalo Bernardos, a Crónica Global.

Esa aseveración, de que la estructura demográfica es peor que la de Japón, implica que las generaciones viven más años, y eso es un elemento positivo, con medias de edad que superan los 83 años. Japón tiene esa misma característica, pero España tiene más ciudadanos en la franja clave, entre los 40 y 50 años. Es decir, son los pertenecientes a las generaciones del baby boom de la década de 1960. Cuando se jubilen serán muchos de golpe, con una presión enorme en el sistema de pensiones. Según las previsiones demográficas, y como ha recogido el Banco de España, la proporción de los mayores de 66 años frente a las personas de 16 a 66 años se duplicará entre 2020 y 2050. Y eso equivale a que por cada persona mayor de 66 años sólo habrá dos personas en edad de trabajar.

Estructura por franja de edades en España / BdE

¿Qué tipo de inmigrantes?

No es así en el caso de Japón, o de la media de la Unión Europea, o de Estados Unidos, aunque la tendencia es la misma. Ese asunto, el demográfico, lo puede cambiar todo y cuestiona el crecimiento económico de España en las próximas décadas.

El ahora ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, exdirector de la Airef, defiende un mismo discurso desde hace años: todo deberá pasar por la inmigración y por tener la misma tasa de actividad que Alemania. En los próximos treinta años, España necesitará, según sus valoraciones, de ocho a nueve millones de inmigrantes. ¿Pero quiénes, de qué países de procedencia, con qué formación, con qué valores culturales? Y, ¿cómo se podrán acoger, qué sistema político podrá asimilar que no se debería hacer de ello una cuestión para la confrontación?

Estructura por franjas de edad en Japón / BdE

Conjunto de soluciones

El economista Santiago Carbó señala “un conjunto de soluciones”, porque la inmigración, “por sí sola”, no podrá garantizar el crecimiento económico de España. “¿Qué inmigración, serán titulados, serán los trabajadores que se necesitan, serán capaces de aumentar la productividad, que es el gran problema de España?”, se pregunta Carbó, con la idea de que todo el sistema económico y político se centren en diferentes medidas: “Políticas de natalidad, aumento de la productividad, inmigración, mejora en el uso de los recursos, todo eso junto se debería implementar”.

Otro economista, Josep Oliver, ha ofrecido cifras que deberían mover a una reacción inmediata. Con datos del INE y del Banco de España, la cuestión que arroja Oliver es que el grupo de 30 años a 44 años, que asciende a unos 10,4 millones, perderá ese peso de aquí a 2031 en un porcentaje muy elevado: el 19%. Eso equivale a contar con unos dos millones menos de personas en esa franja. En el caso de Cataluña, esa reducción sería algo menor, sobre el 12%, unos 200.000 menos de los 1,7 millones que se encuentran en esas edades.

Facilitar el clima empresarial

¿Qué hacer? Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos, se centra en todas las posibilidades que ofrece la propia economía española: “El aumento de la tasa de ocupación debe ser una prioridad, el empleo femenino también, y va conectado a esa tasa; la productividad a través de mejoras en las propias empresas, el aumento de la inversión, y todo ello pasa por mejorar el clima favorable a la empresa”.

Esa idea la ha defendido también Escrivá, como ministro y como director de la Airef. Se trata de acortar las diferencias de España respecto a otros países de la Unión Europea. La tasa de actividad es del 62%-64%. En los países punteros, como Alemania u Holanda, esa tasa es del 76%-78%. Pero, ¿es realista?

Mejores soluciones laborales

José Carlos Díez cree que “la empresa privada debe esforzarse, implicarse, porque no puede salir todo del poder público. Y puede mejorar situaciones laborales, especialmente en el ámbito de las mujeres, pasando de trabajos temporales a jornada completa a través del teletrabajo”. Es decir, lo que plantea Díez es aumentar cotizaciones haciendo más responsables a los propios trabajadores, “trabajando por objetivos y no por exigir el trabajo presencial”, flexibilizando las relaciones laborales.

Los viejos, un lastre para el crecimiento según el BCE / EFE

La productividad es esencial, pero su aumento no podrá ser automático. Y la experiencia en España es clara: los crecimientos económicos llegan con más incorporación de capital humano. Y para paliar la pérdida de personas, por esa disciplina que se olvida con una facilidad pasmosa –la demografía— la inmigración será inevitable. “Vamos hacia una sociedad multicultural, y lo decimos ya unos cuantos desde hace un tiempo, sin que se sepa entender”, señala Gonzalo Bernardos. “La cuestión es qué tipo de inmigración podremos incorporar, y si se podrá o no facilitar la entrada de determinados profesionales, los que más necesite el sistema productivo”, prosigue Bernardos. En ese debate se establecerá –ya ha sido así en los últimos treinta años— la dicotomía entre trabajadores latinoamericanos, más próximos a un español medio, o de otras latitudes y con religiones distintas, en concreto la musulmana.

Cuánto dinero para las pensiones

¿Problemas concretos? Todos los expertos consultados señalan el pago de las pensiones. Al margen de que será necesario recortar las prestaciones –a menos que aumenten de una forma clara la productividad y el PIB per cápita, como incide Bernardos—, ese envejecimiento implicará patrones de consumo y ahorro distintos. En la política monetaria se esperará que “los tipos de interés tenderán a ser bajos”, según el Banco de España; que habrá una “aversión a la inflación, con presiones inflacionistas menores”; y, respecto a la política fiscal, se experimentarán “menores niveles de recaudación en el impuesto sobre las rentas del trabajo, y, previsiblemente, en impuestos indirectos”.

En cuanto a las pensiones, agotada la caja de reserva que había impulsado el Estado para atender, precisamente, el fenómeno del envejecimiento, el debate se centrará en la financiación a través de impuestos, del propio presupuesto anual del Estado. Las previsiones sugieren pasar del 10,6% del PIB que representan ahora al 13% en las próximas décadas.

¿Acuerdos políticos?

Todo es posible, pero sólo hay una realidad. “Se deberá crecer más con menos efectivos, y para ello todo el sistema productivo debe reaccionar”, según Gregorio Izquierdo. “Lo que no se entiende es que no sea ya la prioridad absoluta de la clase política”, añade Bernardos y corrobora en la misma línea José Carlos Díez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pensó en José Luis Escrivá como ministro de Seguridad Social para facilitar acuerdos en ese sentido. Y la prueba definitiva será la renovación del Pacto de Toledo que se debería alcanzar en esta legislatura. ¿Habrá consenso político para ello?