Las empresas familiares catalanas, que suponen un 40% del total de compañías de la región, están preocupadas por la caída de la rentabilidad. De hecho, es el fáctor que más les inquieta, hasta el punto de que para el 71% de ellas en su mayor quebradero de cabeza -casi tres cuartas partes-, por delante de los cambios regulatorios (64%) y la guerra por el talento (63%).
Así lo refleja KPMG en un inorme que ha hecho público este domingo. El trabajo forma parte de la edición española del VIII Barómetro de Empresa Familiar, elaborado por la red global KPMG y las asociaciones territoriales vinculadas al Instituto de Empresa Familiar, y ha contado con la participación de 104 empresas catalanas.
Menos optimismo
Los directivos de empresas familiares de Cataluña se muestran menos optimistas de cara a 2020 que el pasado ejercicio. El 66% de estas entidades se declaran positivas ahora con respecto a la evolución económica de su empresa para este año, cifra inferior al 75% del año anterior.
En cuanto a los ingresos, el 64% de los empresarios de la región ha señalado que aumentaron sus ventas en 2018 -un punto menos que la media española-, el 22% declaró que estas se mantuvieron y un 14% que se habían reducido. También han revelado buenas cifras de empleo: un 56% ha informado que en el último año aumentó la plantilla, el 36% la mantuvo y solo un 8% tuvo que hacer ajustes de personal.
Más actividad exterior que en el resto de España
Estas empresas catalanas presentan una sólida actividad internacional, puesto que solo un 10% de los negocios familiares no tienen movimiento exterior, frente al 16% de media en España. La actividad ha aumentado en un 43% de los casos y permaneció estable para el 38%.
Los directivos catalanes tampoco han escogido una fórmula predominante para realizar el traspaso de la empresa familiar: un 34% optaría por transferirla, un 33% traspasaría el gobierno y otro 28% cedería la gestión. A la hora de efectuar esta transferencia, los empresarios consideran que el principal desafío es la renuncia a la misma debido al apego emocional, seguido de la carga fiscal que supone.