Desigual está en caída, puesto que su facturación se desplomó un 14% y se situó en los 655 millones. Este descenso coge por sorpresa a la compañía, que reconoce que no esperaba. Su propio director general, Alberto Ojinaga, atribuye esta desaceleración a que "la transformación que estaba llevando a cabo la empresa no fue lo rápida y radical que se necesitaba".
La cadena, propiedad de Thomas Meyer, acumula cuatro años de caída de ventas, tras registrar su pico más alto en 2017 con 963 millones. El resultado neto también ha caído en picado y el año pasado se situó en 3,4 millones tras un descenso del 92%, según Expansión.
Obligada a reinventarse
Esta situación empuja a Desigual a reinventarse de nuevo. Si hace tres años, tras la primera caída de ventas, anunció un plan integral de transformación, hace un mes explicó que el grupo afrontaba una nueva renovación para ser aún más innovador con el objetivo de rejuvenecer la marca, cuyo comprador actual tiene una media de edad de 47 años. “Nos quedamos cortos en la transformación”, reconoció ayer Ojinaga.
La verdadera prueba de fuego será la próxima colección de otoño-invierno y la de primavera-verano de 2020, cuando ya estará completamente implementado el nuevo logo, la nueva imagen de marca, la nueva estrategia de comunicación, el giro que se le ha dado a la colección y las colaboraciones con los nuevos diseñadores.