Por la puerta de la calle Avinyó, 7 de Barcelona sale una pareja de rasgos orientales con un par de alpargatas recién comprado. El chico fotografía a la chica, que posa con su nueva adquisición ante la inconfundible fachada blanca del emblemático comercio, muy llamativa en pleno barrio Gòtic de la ciudad. Llegan a la calle Ferran y giran a la derecha, felices, en dirección a la plaza Sant Jaume. Otros paseantes se detienen ante el escaparate. En el interior de la tienda-taller hay más gente que fuera. Sin embargo, hace diez años, en esta época, “había cola esperando”. Nos recibe Joan Carles Tasies, propietario de La Manual Alpargatera.
Este coqueto lugar es único en la ciudad, por más que en los últimos dos años hasta una docena de tiendas satélite, estratégicamente ubicadas en los alrededores, quieran aprovecharse de su fama para vender este tipo de calzado. La seña de identidad de La Manual Alpargatera es que se trata del “primer taller de la historia en hacer alpargatas de moda” y del “último taller tradicional de alpargatas de Barcelona”. “Somos la única marca que produce alpargatas aquí; las únicas made in Barcelona son las nuestras”, reivindica Tasies, quien agradece la existencia del turismo mientras una clienta habitual busca su modelo para esta temporada: “Si no hubiese turistas ya habríamos cerrado”.
Los orígenes de La Manual Alpargatera
Rodeado por estanterías de madera repletas de esparteñas, y ambientado con el aroma a fibras vegetales, Tasies recuerda que los orígenes del negocio se remontan, posiblemente, al siglo XIX (aunque desconoce el año), cuando el taller se encontraba en la corta y estrecha calle Brosolí. Recién terminada la Guerra Civil, a principios de la década de 1940, el matrimonio formado por Emilia Martínez y Joan Olivé lo adquirió con la intención de dar un nuevo impulso a este calzado que hasta entonces estaba muy vinculado con el trabajo en el campo. Surgieron las alpargatas “para vestir”. En 1941 se trasladaron a su sede actual y, en 1942, ya estaban en las pasarelas, en desfiles de Pertegaz, Santa Eulalia… el “top” de la época.
En este taller inventaron las alpargatas con tacón, que, treinta años después, impulsó Yves Saint Laurent (y ahora se le atribuye el concepto). La exclusiva firma parisina de moda todavía presume de ello, de la construcción de este discurso. “Hoy todo el mundo cree que fueron los primeros; que nos quiten lo poco que tenemos nosotros me parece muy injusto”, defiende el propietario de La Manual Alpargatera. Lo hace sentado en un banco de madera en ele, toda una modernidad para la época, pero que hoy es una más de las antigüedades con las que Emilia decoró la tienda en sus inicios para darle un aire más “tradicional”. El mismo banco, por cierto, en el que se sentaron Jack Nicholson o Julianne Moore durante las visitas en las que compraron sus esparteñas.
Innovación y tradición contra los comercios parásito
Evidentemente, muchas son las anécdotas que recoge este negocio octogenario. Sin ir más lejos, la primera venta de la calle Avinyó no la realizó la propietaria, sino Juana, una muchacha de 16 años que era la mano derecha de Emilia y que es, a su vez, la madre de Joan Carles. Aunque compartían apellido (Martínez), no eran familia, pero era “como una hija” para la dueña, que no tenía descendencia. Hasta el punto que, tras enfermar, le pidió que se hiciera cargo del negocio, una suerte de traspaso. “No fue una herencia, tampoco una compra, ni un regalo, porque se pagó; fue un poco de todo. Y Emilia quería que lo llevase alguien que entendiera cómo funciona esto y mantuviese el espíritu original”, el mismo que trata de imprimirle la siguiente generación, artesanía incluida.
Esa tradición y la innovación son sus grandes fortalezas, las que le permiten sobreponerse, por ahora, a todas las trabas aparecidas en los últimos años. Porque, aparte de los comercios parásito que le interceptan clientes, La Manual Alpargatera también ha sufrido la crisis económica (superada “con deudas”); los atentados del 17 de agosto (“se notaron muchísimo”); las traiciones de destacados diseñadores que, aprovechándose de la confianza, utilizan algunas muestras de alpargatas de la calle Avinyó para copiarlas y producirlas más baratas en Bangladés o China; y la situación irregular a raíz de la extinción del contrato de alquiler de renta antigua (el Ayuntamiento de Barcelona le ha otorgado una concesión de diez años, incluidos los tres que estuvo sin contrato, 2015-18, que tiene que pagar ahora). Resopla. ¿Y el procés? “No creo que haya afectado”, declara Tasies.
Falta de apoyo institucional
Tampoco ayudan las alpargatas made in China. Hay personas que preguntan a La Manual si se las pueden arreglar cuando se deshacen: “Lo siento, compra de las nuestras y, si se deshacen, las arreglamos o las cambiamos”. O la “inmerecida” fama de carero que algunos insisten en ponerle al negocio, que tiene precios para Barcelona. O los clientes de la zona que se quejan del turismo, cuando podrían ir a la tienda un par de meses antes del verano, cuando no hay “nadie”. Por no hablar de la falta de apoyo del consistorio barcelonés, que incluye en sus listados de artesanos “a quienes no lo son”, relegando a La Manual únicamente a la categoría “emblemáticos”. Y que parece que “prefiere ayudar a una de estas franquicias” que tienen decenas de tiendas. “Que nos consideren lo que somos, un rasgo importante de la ciudad”, pide.
Pese a todo, La Manual Alpargatera sale adelante. Y sigue innovando. Cambiar de ubicación sería el fin. Entre las novedades de los últimos tiempos está “aquella colección” –señala un expositor con alpargatas con dibujos, muy coloridas–, Barcemola, con referencias a Barcelona ciudad y provincia, y al resto de Cataluña. Entre estos diseños destacan el de los panots (la flor típica de las aceras barcelonesas diseñada por Puig i Cadafalch), el de Sagrada Família, paseo de Gràcia, la torre Agbar, la tapadera de las alcantarillas (con el escudo de la metrópoli), referencias a Sant Jordi, a Sant Joan, a los castellers (en blanco y negro y sepia, para no enfadar a ninguna colla) y a la Patum, que no puede comercializar con ese nombre por tratarse de una marca registrada. La llaman modelo Berga.
Clientes vip
Tasies muestra también una curiosa esparteña con un crucigrama, diseñada por el escritor Màrius Serra. Es la primera de la serie “alpargatas de autor”, y se completa con palabras relacionadas con la histórica tienda. Lo curioso es que puedes hacer el pasatiempo “en catalán y en castellano, y llegas a las mismas palabras”, aunque con definiciones distintas. El ejemplo más claro es ates (en castellano, de atar) y atès (en catalán, de atender). Es el mismo cliente el que puede jugar a rellenar los huecos en casa. “Nos gusta pensar que aportamos a la ciudad, pero no solo a la ciudad; en los ámbitos cultural y social también queremos aportar”, reconoce el propietario, y añade que “innovar sin un sentido… no”. Como dato, el folleto de la tienda está en 56 versiones, todas traducidas por los clientes.
El taller, en el que trabajan unas siete personas, está hoy separado de la tienda, aunque en el local de la calle Avinyó hay un espacio de demostración, un valor añadido a la experiencia: “Los trabajadores de la tienda también saben encintar y, a veces, si hace falta, echan una mano”. Reconoce que las suelas se compran fuera, y que ellos confeccionan el calzado, lo diseñan y eligen las telas. También explica que venden cosas de otras marcas que están hechas en La Rioja, Castellón o Murcia, y que avisan al cliente de ello. Del mismo modo, no toda su producción termina en la tienda; una parte se envía a Japón u otros lados y, puntualmente, trabajan para alguna otra firma. Se las hacían al papa Juan Pablo II. Y a los mossos d’esquadra.
El calzado de gala de los mossos d'esquadra
“Las alpargatas para mossos las hemos hecho siempre”, desde la década de 1940, recuerda. Explica que Juan Antonio Samaranch tenía muchos pares, y fue él quien, siendo presidente de la Diputación de Barcelona (1973-77), decidió que la guardia de esta institución vistiera el uniforme histórico de los mossos, cuerpo que fue restituido en la década de 1980 y que ya mantuvo el traje oficial de gala (inspirado en el del siglo XIX), con las espardenyes en los pies, como representación del pueblo. Sin embargo, un año, a causa de la lluvia en la visita del Papa, se las quitaron pero, con el paso del tiempo, la Generalitat se puso en contacto con La Manual Alpargatera para volver a proveer a la policía. Hoy, este calzado incluye una goma en la suela para mayor comodidad de los agentes ante condiciones atmosféricas adversas.
Realizamos un breve recorrido por la tienda-taller, hacemos unas fotografías y cruzamos la puerta de salida por la que, antes, entre otros, han pasado los pintores Dalí y Oswaldo Guayasamín, el diseñador Jean Paul Gaultier y los actores Julianne Moore, Penélope Cruz y Jack Nicholson, que ha recomendado este lugar a diversas amistades. Un local donde ni mucho menos se inventó este calzado tradicional, utilizado durante miles y miles de años (¿más de 7.000?) en todo el mundo, pero que lo ha modernizado y adaptado a los nuevos tiempos.