Ofrecen precios razonables y en algunos casos WiFi, pantallas individuales y otras comodidades. Pero los viajeros han desertado del bus en trayectos largos. Prefieren las aerolíneas low cost, los trenes AVE y Alvia, y los servicios de coche compartido. Los datos del INE revelan este desdén al rey del transporte de personas: hace 10 años lo usaban 20 millones de españoles al año. En 2018 no llegaron a 15,5 millones (-22%).
Las estadísticas y fuentes del sector establecen el cambio de tendencia en 2013 con un acelerón en los últimos cinco años. “Los jóvenes miran cada euro que sale de su bolsillo y ven el bus como algo viejuno frente al AVE y demodé, de cuando niños, algo de sus padres y abuelos cuando la mili y con el Imserso”, asegura el sociólogo Santiago Galán.
Imagen de archivo de un tren AVE / EFE
Alta velocidad irresistible
La bajada de precios del AVE ha sido determinante en el robo de viajeros. Fue decisiva la política comercial de la ministra de Fomento, Ana Pastor, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con descuentos irresistibles de hasta el 70% y la famosa tarifa-mesita. Hoy, viajar en alta velocidad a las principales ciudades de la Península es tan barato, si se reserva con antelación, como hacerlo en autobús.
Abundan los ejemplos: un viaje Madrid-Valencia en clase turista del AVE puede salir por 24,90 euros. En los principales autobuses interurbanos oscila entre 32 y 38 euros. En tiempo invertido no hay color: 1 hora y 54 minutos frente a 4 y 15 minutos. La patronal de autobuses Confebus admite que ha perdido un 40% de pasajeros en las líneas donde han puesto trenes de alta velocidad.
Coche compartido
Otro atractivo para abandonar el tradicional bus ha sido el imparable uso de los servicios de coche compartido. No hay cifras oficiales, pero no paran de crecer los ciudadanos que ofrecen en internet asientos en coches particulares a cambio de repartir gastos. La competencia es tan fuerte que Confebus denunció a la empresa de carsharing Blablacar.
La demanda no ha prosperado. La compañía, con 31 millones de usuarios en todo el mundo (más de 2,5 en España), defiende que no se puede comparar un servicio público básico como el autobús con su modelo de negocio.
App del servicio carsharing de BlaBlaCar en un dispositivo móvil
Cuentas decisivas
Ya no sorprende que muchos autobuses salgan casi vacíos. También entran en competencia los trenes Alvia. Los viajeros que deseen ir a Salamanca desde Madrid tardan 1 hora y 36 minutos, frente a las 2 horas y 30 minutos en autobuses exprés. El precio casi es el mismo.
El domingo 17 de marzo el primer autobús de Alsa, compañía dominante en el sector junto con Avanza, salió de Madrid destino a Bilbao con siete personas. Cobra 30 euros y tarda 5 horas y media. En avión subiría a 100 euros, según el comparador de precios eDreams. Se llega en una hora, a la que hay sumar dos que se emplean en el aeropuerto. El Alvia se sitúa en medio con un precio de 40 euros y 5 horas, según Logitravel. Media hora menos que el bus, pero los pasajeros lo prefieren por la cafetería, aseos y comodidad para leer y escribir.
Arma de doble filo
La situación es un arma de doble filo para la Administración. Aumenta los ingresos a través de Renfe, pero frena los de las empresas de autobuses. Se adjudican rutas que el Ministerio de Fomento y las comunidades sacan a licitación, y se explotan en régimen de monopolio a cambio de una serie de servicios.
Ante resultados ruinosos, las pujas aflojan. De las 75 concesiones controladas por el Ministerio de Fomento, 40 no han sido renovadas. Se ha tenido que recurrir, sin demasiado éxito, a la subvención de este transporte en numerosas comunidades para apuntalar “la vertebración del territorio”, como se llama una consejería del Gobierno de Aragón.
Varios pasajeros en una estación de autobuses / EFE
Odisea en la España vacía
Viajar en bus en la llamada España vacía resulta una odisea. No son rentables. Sobran ejemplos a diario en los periódicos de las dos Castillas, Galicia, Aragón y Andalucía. El ejecutivo de Page ha subvencionado una tarjeta dorada en los buses, como la de Renfe, pero con escasa acogida.
En Aragón hay capitales de comarca como Baltueña o Daroca que solo tienen un bus al día desde Zaragoza. Localidades turísticas, como Albarracín, considerada una de las más bonitas de España, solo tiene uno, los sábados, pero desde Teruel.
Mientras los trenes tradicionales, como el de Madrid-Soria, apenas superan la cifra de usuarios de hace diez años. Van casi vacíos y uno diario, como en tiempos de Antonio Machado.