La posibilidad de que alguien con el perfil de Joan Canadell y el apoyo de la ANC acabe siendo presidente de la Cámara de Comercio Barcelona lleva a pensar una vez más que, o bien Cataluña pierde núcleos dirigentes, o que no existieron nunca. Desde el momento en que se aceptaron sin resistencia los modos de consejo comarcal --Torra o Puigdemont, por ejemplo--, la que debiera ser una dinámica de élites creativas ha quedado estancada a la espera del milagro de los panes y los peces que pueda ungir ese mundo emergente de nuevos mercados, start-ups, globalización y impulso de la cuarta revolución institucional.

¿Le importa a la ANC la competitividad de Barcelona entre las grandes ciudades mediterráneas? ¿Va a proponer la Cámara de Comercio una república catalana independiente fuera de toda racionalidad económica y constitucional? ¿Propone desvincularse de la Unión Europea?

En estos momentos, el contraste entre los resultados en las elecciones de la Cámara de Comercio de Barcelona y la complejidad de las sociedades abiertas cifra en punto cero la vitalidad de las minorías creativas en la Cataluña del siglo XXI. Queda demasiado lejos el sagaz empeño de Vicens Vives cuando, en 1956, propugnó el reagrupamiento de energías en la postguerra, en un momento en que la burguesía catalana, aún con su poder económico, era una sombra de sí misma. Luego, la conferencia de Vicens de 1958 sobre el capitán de industria español en los últimos cien años tuvo un valor nuclear.

Mientras la ANC truca votaciones y altera los objetivos de la Cámara de Comercio, estamos en lo mismo que ya reclamaba Vicens Vives: en la necesidad perentoria de élites meritocráticas, en la universidad, en la opinión pública, en el mundo empresarial. Pero sigue en pie una objeción de Vives: por desgracia la intelectualidad catalana tardó en aparecer en el escenario de la historia. Es más, en los últimos años --como eco del famoso ensayo de Aron-- parece feliz con el ensueño que ofrece el opio de la secesión frente a la necesidad de interpretar la realidad con rigor. Si no pocos empresarios han cedido el terreno a la acomodación política y los intelectuales optan por negar lo real, todo el concepto de las minorías creativas se aleja del futuro de Cataluña. Por lo visto, no vale la pena oponerse a las tácticas fraudulentas de la ANC ni desear que la Cámara de Comercio sea un elemento clave de sinergias de futuro.

Vicens Vives consideraba que los métodos y las ideas para afrontar los desafíos de toda sociedad provienen de una minoría creativa. ¿Existen en la Cataluña agitada por el procés? Fundamentalmente, la minoría creativa exige una idea de la responsabilidad ante la sociedad civil. ¿Es eso la ANC? ¿Lo es el contexto empresarial y financiero que cede y concede? Desventurados amedrentamientos, dimisiones e inercias acomodaticias han llevado al punto cero.