Glovo es una de esas start ups que siempre está inmersa en la exploración del mercado para buscar inversores y proseguir con su estrategia de crecimiento, tal y como reconocen sus portavoces. Así se hizo tras cerrar el último refuerzo de capital que implicó inyectar 150 millones de AmRest y Rakuten en julio. Nueve meses más tarde, la cúpula ha tenido que rebajar las expectativas económicas de la operación que había planteado.
El grupo fundado y dirigido por Oscar Pierre Miquel se había marcado como reto lograr 300 millones como muy tarde en diciembre. Fuentes conocedoras del proceso señalan que, por primera vez en años, encontró más cautelas de las habituales entre los inversores potenciales que propiciaron un primer recorte de las ratios de la ronda de financiación perseguida.
Pacto en los 100 millones
Fue entonces cuando se decidió que se captarían tan sólo 200 millones, aunque al finalizar el primer trimestre la dirección ha aceptado que es muy complejo alcanzar esta cifra, señalan los mismos interlocutores. La búsqueda de recursos se ha centrado finalmente en los 100 millones, tal y como se ha divulgado esta semana en Bloomberg.
Se apunta a que también implicará empezar a trabajar en una Oferta Pública de Venta (OPV) para dar el salto al parqué. Otras fuentes próximas a la cúpula de Glovo destacan que esta segunda parte se debe contemplar más como una declaración de intenciones que como una posibilidad real en el corto plazo. La propia compañía lo pone en cuarentena, aunque ni niega ni confirma la operación.
Inseguridad en la regulación
Glovo mantiene el brillo de ser una de las aplicaciones más populares del mercado. Además, los rumores de su intención de empezar a cotizar elevan hasta los 650 millones su valoración. La contrapartida es que los retos de regulación en los que está inmerso impactan en su potencial futuro, añaden desde el entorno de la cúpula directiva.
Oscar Pierre, el cofundador y coconsejero delegado de Glovo en los 'headquarters' de Barcelona / CG
Los inversores consideran una inseguridad destacable que la estructura laboral futura del grupo esté en el aire. Los riders (repartidores) han instado procesos judiciales en España e Italia para intentar demostrar que no son trabajadores autónomos y, por ahora, sus argumentos han sido tumbados en algunos tribunales y apreciados por otros. La disparidad en las causas que se han resuelto no afecta sólo a Glovo, también a otros competidores entre los que destaca Deliveroo.
Procesos judiciales
Aún hay procesos abiertos y el periplo judicial será largo hasta que se siente jurisprudencia al respecto. Además, no se descarta que en algún momento se deba abrir un debate real en el marco de la concertación social. El problema es que la viabilidad del negocio se pone en entredicho si la masa laboral debe crecer para asumir como personal propio a los repartidores.
Los inversores potenciales observan con mucha cautela el plan de negocio previsto y son menos optimistas que la cúpula de Glovo respecto al crecimiento previsto en el corto y el medio plazo. Así como la start up está centrada en abrir nuevas zonas de reparto tanto en España como a nivel internacional, otras sociedades que han estudiado sus libres apuestan por una gestión más conservadora que implique consolidarse en las plazas donde ya han llegado.
Equipo gestor
Otro capítulo aparte es la cuestión del equipo gestor. En las sucesivas rondas de financiación que el grupo ha completado se ha debatido si era oportuno o no contar con directivos expertos en el ámbito de actividad más allá de los fundadores. Ahora se insiste en la incorporación de algún externo que pudiera implicarse en el día a día y resolver los problemas de una compañía con la dimensión que tiene Glovo.
La start up ha dejado de serlo por volumen, pero su cuenta de resultados aún debe llegar al punto de equilibrio que le permitiría dejar atrás esta consideración al cerrar 2018 con unas pérdidas de nueve millones de euros. El resultado de la nueva operación de financiación será básica para definir hacia dónde avanza la compañía.