La conocida empresa Casa Tarradellas, de Gurb (Barcelona), se ha convertido en poco más de una década en la mayor y más rentable compañía de la comarca de Osona, en la Cataluña central, epicentro del independentismo más agreste y fanático.
Año tras año, la firma tiene la insana costumbre de entregar sus cuentas al Registro Mercantil con notable retraso. El depósito de las de 2016 se efectuó la semana pasada, varios meses después de que venciera el tiempo reglamentario.
Capitalizar la sociedad
El documento revela la extraordinaria fortaleza y capitalización de la empresa. El volumen de los fondos propios alcanza la cifra de 325 millones de euros. De ellos, el capital supone únicamente 1,8 millones. El resto son las reservas, es decir, los beneficios generados a lo largo de los últimos años. Baste señalar que a comienzos de este milenio, los recursos propios se limitaban a poco más de 40 millones.
En vez de arramblar con ellos mediante el consabido dividendo, la propiedad de la casa suele aplicar los excedentes que genera la explotación del negocio a robustecer la sanidad del balance de la compañía. Esta saludable política continuará en los años próximos, porque el objetivo de Tarradellas es capitalizar todavía más la sociedad, para poder afrontar con garantías las inversiones futuras.
La más destacada de ellas es una gran fábrica de pizzas y masas refrigeradas en Gurb, dotada de la tecnología más moderna disponible en el mercado. Además, tiene entre manos fuertes dispendios para reducir el consumo energético, con el propósito de aminorarlo un 10% cada trimestre.
Orígenes modestos
Casa Tarradellas nació en los años ochenta, con el espetec o fuet como producto estelar. Pero en su historia reciente hay dos hitos señalados que han propulsado el crecimiento hasta límites insospechados. Hace veinte años comenzó una actividad incipiente, las pizzas refrigeradas, un negocio hasta entonces casi desconocido porque lo que primaba eran las congeladas o las cadenas de pizzerías, de calidad discutible. En poco tiempo se apoderó por completo del mercado hasta tal punto que llegó a acaparar un cupo del 90%. Otras importantes empresas trataron de penetrar en el ramo, pero fueron barridas por Tarradellas.
El otro acontecimiento es la firma de un contrato con Mercadona para abastecerle de pizzas y embutidos, en calidad de “interproveedor”. Dado que la cadena valenciana acapara ya uno de cuatro euros que se gastan los españoles en los supermercados, queda dicho que el éxito de Casa Tarradellas ha corrido parejo al de Mercadona.
El marketing del apellido
Los propietarios de Casa Tarradellas son su fundador José Terradellas Arcarons y su esposa Ana Falgueras Masramón. Cuando constituyó la compañía, a comienzos de 1983, Terradellas decidió que en el título social, la primera vocal de su apellido, una e, se trocase por una a. “Así suena más comercial”, arguyó.
Casa Tarradellas ha sufrido algunos amagos de boicot en España por ser una empresa catalana. Pero fuentes conocedoras de la firma declaran a Crónica Global que José Terradellas no siente demasiadas simpatías por el independentismo. Hay un motivo potísimo y es que el 89% de su negocio corresponde al mercado nacional.
En el ejercicio 2016, pese a las circunstancias de desbarajuste político, las ventas de Casa Tarradellas subieron de 854 a 876 millones. El flujo de caja, de 40 a 43. Y el beneficio neto después de impuestos, de 23,1 a 23,5 millones.
“Aristocárnicos”
José Terradellas, Ana Falgueras más sus hijos Josep, Anna y Nuria se repartieron una paga de 804.000 euros, en concepto de sueldos. La alta dirección, 747.000 euros. Al margen del extraordinario volumen de los fondos propios, en el balance descuella la reducida masa de deudas bancarias, que se limita a 2,8 millones.
José Terradellas es hoy, por derecho propio, el máximo exponente de los llamados “aristocárnicos” de la comarca de Osona, es decir, empresarios de origen muy humilde que han amasado fortunas enormes con el sacrificio, despiece y venta de cerdos.
La imponente planta industrial de Tarradellas se encuentra en Gurb, municipio pegado a Vic, la capital de Osona, en la carretera de Barcelona a Puigcerdà. Los medios locales catalogan su fábrica de embutidos y pizzas como “la catedral de can Tarradellas” por la fastuosidad y gigantismo de su fachada. Los vecinos de la zona se frotan los ojos cuando piensan que el todopoderoso amo de Casa Tarradellas a comienzos de los años ochenta era un payés.