España contaba con 3.000 tiendas de cigarrillos electrónicos en 2013. Un año después, el número había descendido hasta las 950; la caída continuó en 2015, cuando había 150 establecimientos. Fue en 2016 cuando el sector empezó a recuperarse y la cifra se estableció en 350. El año pasado, el recuento se situó en 400. Ésta ha sido la evolución del negocio de los cigarrillos electrónicos desde su boom inicial a la brusca caída posterior y el inicio de la remontada.
Este tipo de producto empezó a popularizarse en 2013. Los vapeadores –como se conoce a sus usuarios– en España eran entonces 950.000. Esta cifra cayó hasta los 220.000 en dos años, lo que arrastró a muchos de los establecimientos que habían abierto aprovechando el boom a la ruina y el cierre. Pero, ¿por qué los usuarios se redujeron drásticamente?
Vista de un cigarrillo electrónico y su carga / EFE
El impacto en la salud
Desde el sector, lo atribuyen a ciertas informaciones que aparecieron en aquel momento, según las cuales los cigarrillos electrónicos eran más perjudiciales para la salud que el tabaco. La comunidad médica demostró después que no es así. En 2015 se publicó el primer estudio, del Real Colegio de Médicos de Reino Unido, que generó un amplio consenso. Este indicaba que los cigarrillos electrónicos son entre un 95% y un 99% menos perjudiciales que los convencionales.
Aun así, “no son inocuos”, explica la doctora Carmen Escrig, especialista en biología celular y genética. “El líquido del cigarrillo electrónico contiene nicotina, que no es cancerígena en sí, pero sí es considerado un elemento tóxico y adictivo; puede causar ciertos problemas cardiovasculares no graves”, avisa.
Pocas evidencias
De hecho, la diferencia con el tabaco no es la nicotina, presente en ambos productos: “El problema es el humo, el monóxido de carbono que se aspira”. Además, el vapeador pasivo no existe; no tiene ningún efecto sobre la salud de los que rodean al usuario de cigarrillos electrónicos.
El neumólogo Jacob Sellarès del Hospital Clínic asegura que hay muy pocas evidencias sobre el impacto de este producto en la salud: "No sabemos cuáles son los efectos", aunque añade: "Sí se han encontrado algunas evidencias de toxicidad en el pulmón y de su efecto sobre los brónqueos, que los cierra".
Varios modelos de cigarrillo electrónico en el interior de una tienda / CG
La clave de la especialización
Pero el miedo a lo desconocido, el efecto del producto sobre la salud de los consumidores, no es el único factor que influyó en el desplome en las ventas y que obligó a muchos de los que habían invertido en tiendas de cigarrillos electrónicos a cerrar. “Había demasiadas tiendas, la mayoría sin ser especializadas; el boom fue desmesurado”, explica Arturo Ribes, el presidente de la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo (UPEV).
Montar una tienda es fácil, y el producto que venden es relativamente barato. “Queremos tiendas más especializadas”, añade Ribes. Según él, la recuperación del sector viene marcada por dos factores: un aumento de la regulación, que introduce más seguridad y evita problemas con las autoridades y entre competidores; y un avance de la ciencia, acompañado de la constatación de que es mucho menos perjudicial que el tabaco.
En cuanto a la regulación, el sector parece haberse convertido en el objetivo del Gobierno. El Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) considera que las limitaciones de consumo y los impuestos tendrían que equipararse con el tabaco. Pero el sector reivindica el cigarrillo electrónico como método para dejar de fumar.
Dejar de fumar
“Lo que preocupa en la comunidad científica es que los jóvenes se inicien en el vapeo, pero no por ello hay que poner trabas a los adultos”, considera Ribes. Calculan que un 99% de los clientes que acuden a las tiendas lo hacen para dejar el tabaco, y es que se ha comprobado que es un método más eficaz que muchos otros que incluyen también la nicotina; la doctora Escrig recuerda: “seis millones de europeos lo han hecho”.