Era una de las ciudades favoritas para convertirse en la sede de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés), pero la coyuntura política lo torció todo. Barcelona se postulaba, hasta hace unas semanas, como una de las niñas bonitas para la Comisión Europea que recogía todos los requisitos indispensables --que no son pocos-- para ser la ganadora.
La actual sede de la EMA, así como la de la Autoridad Bancaria Europea, está en Londres y ambas entidades la abandonarán el marzo de 2019 como consecuencia del Brexit. Desde el primer día, la capital catalana fue una de las principales interesadas en ser la ciudad de acogida.
"No deis la lata con la EMA"
O, por lo menos, así lo aparentaba la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Sin embargo, no era lo que a puerta cerrada le transmitía a su ya exsocio Jaume Collboni, cuando firmaron el pacto hace un año y medio Barcelona en Comú y PSC. Según desvelaba el viernes el digital Metrópoli Abierta, la líder de los comuns no puso demasiado empeño en que la EMA se trasladase a la Torre Glòries (antes Torre Agbar).
“No deis mucho la lata con la Agencia Europea del Medicamento, no habléis mucho de ella, porque no es un tema del agrado de las bases de BComú”, le dijo al dirigente socialista.
Cumple los requisitos
Pese a darle la espalda al proyecto, el informe que publicó la Comisión Europea posicionaba a la Ciudad Condal en lo más alto del podio por sus buenas condiciones técnicas. Según el estudio, la Torre Glòries, que se ofrece como sede, “cumple con los requisitos en lo que a oficinas y estaciones de trabajo de la EMA se refiere, así como salas de reuniones y conferencias, un salón para 500 personas, auditorio, recepción y seguridad de sistemas, que estaría preparada para la EMA a finales del último trimestre de 2018”.
El informe también estudia la accesibilidad de la ubicación, las buenas conexiones internacionales del aeropuerto de El Prat, la alta disponibilidad hotelera, así como las existencias de instalaciones educativas adecuadas para los hijos de los trabajadores y el acceso al mercado laboral, seguridad social y asistencia médica para los familiares. Una lista de peticiones que Barcelona cumple de manera satisfactoria.
Pero la buena nota del examen de la capial catalana se conoció justo un día antes de la celebración del referéndum del pasado 1 de octubre. Tras esa fecha se han celebrado plenos parlamentarios históricos, aprobaciones de leyes ilegales y hasta una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) --con las consecuencias políticas, económicas y sociales que han arrastrado-- y ahora la Comisión Europea mira con recelo la candidatura de la ciudad. Fue entonces cuando el Financial Times daba por hecho que Barcelona estaba tachada de la lista.
Las otras favoritas
Por eso han pasado a ser mejor vistas otras de las ciudades que también eran favoritas, como Ámsterdam, Copenhague, Viena o Dublín. Milán cuenta con un edificio que podría cumplir los requisitos necesarios para los 890 trabajadores que forman la plantilla de la EMA, pero no estaría listo hasta marzo del 2019. Copenhague, Estocolmo y Viena ofrecen a los familiares todas las facilidades para integrarles laboral y personalmente en el país, pero no cuentan con suficientes vuelos a las capitales europeas. Como es el caso de Dublín, una candidatura con muchos puntos fuertes pero uno demasiado débil: la conectividad.
Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Malta o Croacia permanecen en un segundo plano de la lista de favoritas y ofrecen una mayor distribución geográfica de las instituciones comunitarias --Barcelona ya cuenta con tres agencias europeas--, pero la mayoría no tiene una sede preparada ni está bien conectada.
Este lunes se conocerá cuál de las 19 ciudades albergará la Agencia Europea del Medicamento tras una carrera en la que la alcaldesa, pese a gesticulaciones de cara a la galería, se ha encargado de debilitar las posibilidades de Barcelona con un discurso antiempresarial sostenido desde su toma de posesión, hace dos años y medio.