La realidad geopolítica ha hecho que Grecia pesque en aguas revueltas y a esto se le añade la competitividad que consiguen los touroperadores con las constantes bajadas de sueldos. Los asalariados del sector han visto descender sus retribuciones de 5.300 euros anuales en 2012 a 3.000 euros a día de hoy, según la organización sindical Lantza.
“Cada año tengo que buscar trabajo y al mismo tiempo veo cómo disminuyen los salarios, pero aumenta la carga de trabajo”. Duriana Ivanova trabajó durante siete años de camarera en una cafetería y este verano se ha quedado en paro al no encontrar nada.
Estructuras de acero utilizadas para el transporte de mercancías convertidas en casas improvisadas / Willian Faithful
Hay desconcento
Su testimonio coincide con el de unos cuantos de sus compañeros, que decidieron secundar la huelga general del 20 de julio, convocada por el Sindicato de la Restauración y Hoteles de Grecia. Aunque el paro no fue masivo, sirvió para mostrar el descontento existente entre los empleados del sector, que pese a aliviar las cifras de paro (bajó del 23,5% al 21,7% entre enero y abril), no lo hace de manera óptima.
“Nosotros trabajamos en condiciones de galera”. Esta expresión pronunciada por Ioanna Dimitrokali, trabajadora de un hotel, se ha extendido a muchos ramos. Con 27 años de experiencia percibe algo más del doble (830 euros) que sus nuevos colegas, con sueldos de 400.
Contratos a tiempo parcial
“Tenemos jornadas de diez a doce horas diarias, sin descanso, ni derecho a cobrar las horas extra; además, la modalidad de jornada completa se ha reducido un 40% y sus puestos los ocupan, con frecuencia, estudiantes en prácticas y sin cobrar”.
Dimitrokali responsabiliza tanto al Gobierno de Tsipras como a la UE a la hora de hablar de las diversas formas de contratación que “permiten tener contratos desde un día en un mes, hasta 30 y rara vez superan los seis meses. Se han importado las condiciones de las islas a Atenas, la capital”.
Basura entre las favelas de los trabajadores / Willian Faithful
El abuso
En el 2015, el diario Proto Thema, bajo el titular Las favelas de Mykonos, desvelaba las inhumanas condiciones a las que sometían a los trabajadores en las islas. Los camareros de los establecimientos se veían obligados a vivir en contenedores pintados para camuflarlos con el terreno, hacinados con hasta ocho compañeros y sin aire acondicionado.
Un fenómeno parecido al que se ha dado en Ibiza, donde los camareros no encuentran alojamiento para dormir a un precio que puedan afrontar.
Todas estas situaciones son conocidas por el Cuerpo de Inspectores de Trabajo, que durante el 2016 impuso multas por valor de 58 millones de euros a causa de impagos, trabajos sin contrato, superar los horarios y un largo etcétera. Veinte de los cuales correspondían a empresas del sector turístico.
La favelas vistas desde el aire / Willian Faithful
“En Grecia, si juntas hoteles y restaurantes, hay más de 30.000 empresas, y únicamente han anunciado que harán 220 inspecciones (un 0,73%). Luego el empresario hace algún recurso y el marco legal tiene tantos agujeros como un queso suizo”, denuncia Nikos Papageorgiu, presidente del Sindicato de la Restauración y los Hoteles de Ática.
Al mencionar el rechazo social que está generando la masificación turística en España durante los últimos días, Papageorgiu apunta que para ellos el turismo es una reivindicación para que todos los trabajadores puedan tener vacaciones pero debe tener unos límites.
“Si por ejemplo visitas ahora Santorini, no lo vas a disfrutar, por eso deben abrirse nuevos destinos. Grecia también está en un lugar muy delicado, tenemos la guerra ahí al lado y frecuentemente hay enfrentamientos entre autoridades turcas y griegas. Cualquier día puede haber algún accidente y el turismo es un producto muy sensible”.