La tecnología ha cambiado nuestras vidas y también la actividad económica. En algunos casos, de forma polémica. Es lo que ocurre con los negocios que nacieron como aplicaciones de móviles y, en teoría, sin ánimo de lucro, pero que han devenido en multinacionales
Algunas de las plataformas más conocidas (Airbnb, Uber, JustEat) nacen –o se posicionan-- como intermediarias, sin poder de decisión sobre la actuación de las partes, y por tanto, ninguna responsabilidad en caso de litigio. Esto no se aplica únicamente para las contiendas entre usuarios, sino que también, para aquellos conflictos que se puedan generar con el mundo exterior. El más común de todos ellos: la evasión fiscal.
Un trabajador de Just Eat lleva la comida a un cliente en moto
Dos tipos de plataformas
En lo que respecta al mercado de alquileres vacacionales, el más polémico en estos momentos, hay dos tipos de plataforma: las que tienen fines de lucro y las de economía colaborativa. La diferencia entre una y otra es que en un caso existe una transacción económica entre el huésped y el propietario, mientras que en el otro no. Esta distinción es trascendental para comprender el funcionamiento del mercado y las obligaciones impositivas que corresponden en cada caso.
Pablo Díaz, profesor de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) , experto en economía colaborativa del turismo, afirma: “Se persigue para cobrar impuestos a las plataformas en las que se mueve dinero, no hay un interés por perseguir a las que no tienen fines de lucro”. Y explica: “Las plataformas de economía colaborativa no compiten con el sector hotelero, ya que es un público diferente y con distintas expectativas, por eso se intenta rastrear a aquellas en las que se hacen transacciones monetarias, que sí son competidoras directas”.
Quienes utilizan las de economía colaborativa suelen ser personas sin grandes recursos o con espíritu aventurero, por lo cual tienen un perfil completamente distinto al de aquellos turistas que deciden alojarse en hoteles.
Viviendas destinadas a alquiler
La ley establece que a los inmuebles destinados al alquiler de corto plazo les corresponde abonar el Impuesto sobre la renta de los no residentes (IRNR) y el impuesto al valor añadido (IVA). El primero de ellos oscila entre el 19% y el 24% de los beneficios obtenidos a raíz del alquiler, dependiendo del lugar de procedencia del turista (si es de algún país de la Unión Europea se le aplica el mínimo). El segundo será de entre el 10 y el 21% del usufructo, y variará en función de quién sea el inquilino.
Si se trata de un particular, y en el establecimiento se ofrecen servicios de hotelería (limpieza, manutención, etc) entonces se aplicará la tasa más baja, contrario a si se trata de un empresario, cuando debe abonarse la más alta.
Otro tributo que también pagan los establecimientos de alquileres vacacionales en algunos lugares de España es la tasa turística. A diferencia de los enunciados previamente, este es un impuesto de carácter regional, y por lo tanto, cada una de las comunidades autónomas y cada municipio decide de qué manera desea implementarlo. En Cataluña por ejemplo, esta cifra varía entre los 0,50 y los 2 euros por día.
Fragmento del Impuesto Sobre la Renta de los No Residentes (IRNR)
Airbnb, el caso más emblemático
La más conocida de las plataformas es Airbnb. Presente en 192 países del mundo, esta empresa ha tenido un crecimiento exponencial desde su creación en 2008. Al día de hoy, es uno de los principales competidores de la industria hotelera. La clave para ello, es que en la mayoría de los lugares del mundo se mantienen al margen del pago de los impuestos aplicables en esta actividad.
Es aquí donde surge otra pregunta importante: ¿Qué capacidad tienen los gobiernos de presionar a plataformas como Airbnb a tributar? La respuesta varía según el caso. Díaz afirma: “Airbnb se posiciona como un intermediario, y es por eso que hasta el momento ha ganado todos los juicios”. Pero finalmente, “la plataforma ha decidido comenzar a colaborar con los gobiernos, y en cada lugar lo hace de una manera distinta”.
En Cataluña, si la Generalitat denuncia a una propiedad por evasión, Airbnb se compromete a proveerle de todos los datos del dueño, así como también a retirar la publicación de la página. Dado que ir contra la plataforma no es muy productivo, se hace lo posible para perseguir directamente al dueño de la propiedad que está en infracción
Economía colaborativa: una alternativa
Imagen de una oficina de Airbnb
Pero también están las plataformas en las que no hay intercambio monetario. Estas pueden ser una valiosa alternativa para cierto público. La más conocida de ellas es Couchsurfing, que cuenta con más de tres millones de usuarios en todo el mundo.
Sobre este sitio web, Ruiz dice que es “pionero, que existe incluso antes que Airbnb, sin embargo, hay poca información y pocas reglas, por lo que hay quienes prefieren pagar un precio y obtener un servicio más transparente”.
Algunos entienden que estos elementos restan seguridad de la plataforma, y no la utilizarían ya que consideran que es arriesgado recibir u hospedarse haciendo intercambio con una persona de quien se tiene información tan limitada.
La seguridad
En estos casos, hay tres elementos que se utilizan para verificar la autenticidad de los usuarios: comentarios de otros, verificación de identidad a través de redes sociales y el informe anual. La última de ellas suele ofrecerse como algo opcional. En Couchsurfing, se presenta como un servicio premium con un costo anual de 20 euros, y quien desee adquirirlo tendrá una vía más de verificación de su identidad, así como también podrá acceder a información de calidad superior.
Hasta el 2011, Coachsurfing era un sitio de intercambio hospitalario sin ánimo de lucro. Sin embargo, esta situación cambió cuando recibió una inversión de cinco millones de euros de Benchmark Capital y Omidyar Network. En ese momento pasó a transformarse en una corporación y muchos de sus usuarios se sintieron ofendidos.
Las alternativas
Esto dio lugar a que otras alternativas del estilo experimentaran un importante crecimiento, como fue el caso de BeWelcome, que duplicó su número de socios en 2012. Sin embargo, es probable que en un futuro cercano experimente un cambio similar.
Dado que este tipo de plataformas no tienen fines de lucro, tampoco cuentan con obstáculos impositivos para su proliferación, y por lo tanto es factible que se vea una evolución en este mercado. Uno de los ejemplos más claros es el de HomeSitters, un sitio web en el que se ofrece alojamiento gratuito a cambio de hacerse cargo de las mascotas de los propietarios.
Imagen publicitaria de la web HomeSitters
Ruiz explica: “La tecnología acelera los ajustes, y si antes para irte un fin de semana tenías que pedirle a un conocido que te cuide a tus niños o a tu perro, hoy en día ya hay una aplicación que los consigue”.
Es posible que las plataformas de este tipo comiencen a tener fines cada vez más específicos, y que por lo tanto, comiencen a tener usuarios de un perfil menos general y, en consecuencia, menos comercial.