Los sindicatos de la estiba y la patronal Anesco firmarán el acuerdo que garantizará la subrogación de los trabajadores. Todo hace prever que será este jueves y que éste asegurará la estabilidad en los puertos españoles este verano, tras cinco meses de conflicto abierto.
Albert Gil, estibador y miembro del comité de empresa de Estibarna –la sociedad de la estiba del puerto de Barcelona–, repasa cómo se ha desarrollado el conflicto y analiza el futuro que espera a los empleados. Reconoce fallos en la gestión de la situación por parte de los sindicatos y explica el cambio en la opinión pública sobre los estibadores desde la hostilidad inicial hasta el apoyo actual.
—Pregunta. ¿Ha terminado el conflicto de la estiba?
—Respuesta. No, ha acabado el conflicto de determinar quién es y qué quiere cada parte. Ahora queda claro cuál es el panorama en el sector: quién es la verdadera Anesco que ha intentado pactar toda la vida, quiénes somos nosotros que queremos llegar a un acuerdo y quiénes querían el conflicto o romper el sistema. El tablero está definido; ahora empieza una negociación sobre los compromisos adquiridos durante este tiempo.
—¿Sobre qué hay que pactar ahora?
—Tenemos que fijar un acuerdo marco, que terminará siendo el reglamento que tiene que colgar del real decreto ley y que incluye, entre otras cosas la subrogación, la formación y las mejoras de productividad; lo que pasará en el futuro.
—De momento, ¿considera que los estibadores han ganado o perdido?
—Ha habido una guerra y hemos perdido todos. Nos hemos encontrado en un sinsentido y cuando todo acabe veremos que podríamos haber llegado al mismo acuerdo sin el conflicto. El encaje era cumplir con la sentencia europea y negociar con Anesco, y eso ya lo teníamos en enero.
Un cartel de Estibarna, la sociedad de estiba del puerto de Barcelona, con camiones cargados de fondo / CG
—¿Por qué ha habido conflicto?
—Hay una sentencia europea de 2014 con tres puntos muy claros que hay que cambiar en el sector. Las tres partes –Gobierno, Anesco y sindicatos– veíamos tan fácil llegar a un acuerdo que no nos lo creímos del todo e intentamos pactar sin prisas. Cuando cambia el Gobierno y las multas de Europa se hacen oficiales, todo coge más velocidad y llega el decretazo cuando ya habíamos alcanzado un acuerdo con la patronal y antes de que pudiéramos presentar la propuesta al Gobierno.
—¿Qué cambió el primer real decreto ley del ministro de Fomento que fue rechazado por el Congreso?
—El decreto de [Íñigo] De la Serna ofrece una posibilidad a Anesco mucho mejor que la que habíamos pactado: desmantelar la estiba. Algunas empresas ven la luz, ya que se pueden cargar a los estibadores con el apoyo del PP y de Europa. Les ofrecieron la tierra prometida, y nosotros sólo tuvimos la opción de ejercer nuestro derecho a la huelga.
—¿Cambiaríais vuestra forma de actuar en algún momento del conflicto?
—Intentaríamos corregir algunas cosas. Lo único que podríamos haber hecho es contrainformación cuando se decían falsedades, pero es complicado que no salgan con otras cosas. Grabar a Antolín [Goya, secretario general del sindicato mayoritario, la Coordinadora] en el puerto de Algeciras también fue un error.
Una grúa carga contenedores en una terminal del puerto de Barcelona / EFE
—Se ha teorizado mucho sobre el sueldo de los estibadores y todavía nadie sabe cuánto cobran. ¿Ser más transparentes era una opción?
—Cualquier empresa que quiera decirlo es libre de hacerlo. Somos 1.000 estibadores en Barcelona y todos tenemos salarios diferentes. No se tendría que decir cuánto cobramos, sino también cuántos días trabajamos, cuántas noches, cuántas horas, cuántos festivos… no se puede decir la cantidad porque todo el resto no se explicará.
—¿Cree que esto ha marcado la opinión pública?
—Pese a ser trabajadores de empresas privadas, parecía que éramos empleados públicos. Hubo una campaña de desprestigio total. Con tantos frentes abiertos, ¿qué podíamos hacer? Atrincherarnos y que no nos hicieran daño. Al principio éramos unos privilegiados que nos pasábamos el trabajo de padres a hijos; ahora, la gente nos dice que somos un reducto de los derechos laborales, que nuestra lucha es la de todos, que no aflojemos… dicen tantas cosas bonitas que espero que si todo ha servido de algo, haya sido para mostrar que se pueden conseguir cosas luchando con unidad.
—¿Qué pasará en tres años, cuando termine la transición hacia el modelo liberalizado que establece el segundo decreto?
—Tenemos que ser capaces de crear un oficio que sea de por vida. Tanto el Gobierno como las empresas rechazaron crear un registro de trabajadores, que puedo entender. A pesar de ello, queremos que se nos considere estibadores portuarios, como los médicos son médicos y los profesores, profesores. Los que vengan ahora necesitarán una formación –teórica en las universidades y práctica en los puertos–. Eso permitirá crear la figura de estibador.