Pocas veces se habla de la maternidad de una mujer como una oportunidad para la empresa en la que trabaja. Más bien al contrario: se percibe como un parón que acaba truncando su carrera laboral y, de paso, entorpeciendo la actividad habitual de la compañía.
Para Nuria Chinchilla no es así. Profesora de Dirección de Personas en las Organizaciones, directora de IESE Women in Leadership, titular de la cátedra Mujer y Liderazgo IESE y nombrada Mejor Mujer Directiva del Año, Chinchilla rompe con los patrones establecidos en una sociedad que, en su opinión, tiene mucho que aprender y mejorar en cuestión de género.
Nuria Chinchilla, de ponente en una sesión sobre mujer y liderazgo en el IESE / CG
Otro punto de vista
“La maternidad no es una enfermedad”, ha apostillado en declaraciones a Crónica Global tras participar en la conferencia sobre Cómo garantizar la igualdad y la conciliación en los puestos de trabajo del futuro, celebrada este martes en el IESE Business School de Barcelona.
Tener un hijo es, para ella, un enriquecimiento personal pero también para la empresa “porque se desarrollan competencias que después se utilizan en el trabajo: más sensibilidad hacia los demás, la capacidad de negociar, de organizarse… Mil conocimientos”.
Lo extraño de su argumento sobre los beneficios que aporta el hecho de ser madre a una empresa encaja con la definición que la profesora hace sobre el papel de la mujer en el mercado laboral: humanizar a la compañía y hacerla compatible con la familia.
Falta de confianza
Pero el panorama actual dista mucho del que dibuja. No se tiene en cuenta la diversidad hombre-mujer ni la diferencia entre ser madre o no serlo y, aunque algunas empresas son flexibles, la gran mayoría todavía se muestran rígidas pese a contar con aspectos que juegan a favor como la digitalización. “Es una pena que no se utilicen por miedo, falta de confianza o falta de formación en el liderazgo del siglo XXI”.
Las mujeres españolas ocupan el 22% de los cargos directivos, pero ¿qué ocurre cuando son ellas mismas las que no quieren formar parte de la dirección? Según Nuria Chinchilla, lo hacen porque no están dispuestas a liderar a cualquier precio. “Para estar perdiendo la vida, prefiero decir que no”, sería el argumento asociado a la negativa de celebrar reuniones a horas intempestivas y abandonar el puesto de trabajo a altas horas de la noche.
Una mujer embarazada, trabajando / CG
El plus de la ambición
No es, por tanto, un tema de que ellas no tengan la misma ambición que ellos, sino porque “quieren llevar adelante la familia y tener una vida normal”. De hecho, Chinchilla sostiene que la ambición femenina es mucho más amplia que la masculina, en general. “Él quiere tener una tarjeta que ponga director general y ella también, pero no a cualquier precio. Sobre todo, quiere tener vida”.
Falta mucho por hacer. Esa es la conclusión principal que se desprende de las investigaciones más recientes que aportan datos como que tres de cada cuatro mujeres se sienten discriminadas en el trabajo por el simple hecho de ser madres. “Hay que cambiar el punto de vista, tenemos que hablar de empresas más humanas y más productivas”, dice la profesora de IESE. Y, para hacerlo, hay que recapitular y empezar por asumir que las cosas se han hecho mal desde el primer día, porque se han pensado “por y para hombres del siglo pasado”.