Las aduanas están llenas de mercancías abandonadas. Una vez que el receptor renuncia a ellas, la Administración acumula un tesoro incómodo que ronda las 100.000 toneladas al año. El Estado tiene dos opciones con todo aquello que ha quedado desatendido en los pasos fronterizos: destruirlo o subastarlo.
Según la Agencia Tributaria, el organismo del que dependen las aduanas, en 2015 --los últimos datos disponibles-- quedaron abandonados 490.302 bultos en transacciones comerciales (entre empresas). El peso de toda la mercancía olvidada ascendió a 183.700 toneladas. Las cifras distan de un año a otro: mientras que en 2014 el total fue de 76.900 toneladas, en el ejercicio anterior la cantidad se había disparado hasta las 185.100 toneladas.
Contenedores en la aduana de un puerto
Empresas en crisis
El género sin dueño puede estar en una aduana hasta 10 años. Lo explica Josep Maria Vicens, secretario y asesor jurídico de Ateia, la Asociación de Transitarios Internacional de Barcelona. “En general, el problema viene por las mercancías cuyo destinatario ha desaparecido”, indica. Se refiere a aquellas empresas que están en quiebra o, directamente, no existen.
Quien tiene que hacerse cargo de una hipotética destrucción del contenido es el destinatario, hecho que, en estos casos, contribuye a que las mercancías permanezcan abandonadas durante años en las oficinas de las fronteras. La normativa prevé que las aduanas pueden subastar los productos si éstos se encuentran en buen estado, una condición que resulta “complicado” cumplirla, según Vicens.
Los particulares también abandonan
Aunque los datos que proporciona la Agencia Tributaria sólo se refieren a mercancías enviadas entre empresas, fuentes del organismo indican algunas características del género que más abandonan los particulares. En uno de los primeros puestos se encuentran los animales y plantas, junto a artículos de materiales como piel, coral y marfil, que requieren certificados especiales. Los motivos técnicos son, precisamente, una de las razones, por las que se pueden quedar en tierra de nadie.
Un decomiso de marfil ilegal en una aduana
Los productos farmacéuticos y cosméticos son otros de los que más se acumulan en las oficinas aduaneras, ya que tienen que superar controles sanitarios. En la lista de la Agencia Tributaria también se encuentran el alcohol y el tabaco, cuya fiscalidad es alta y la importación libre de aranceles, muy limitada. Los productos falsificados y, por tanto, ilegales, muchas veces tampoco pasan el filtro.
La destrucción, principal resultado
Es una vez que el destinatario ha renunciado a la mercancía que se considera abandonada. La destrucción, la solución más habitual, va a cargo del importador. El problema, indica Vicens, se plantea cuando no existe el destinatario y, por tanto, nadie reclama la carga ni puede responsabilizarse de ella.
“Las grandes empresas suelen optar por la destrucción de forma habitual; por ejemplo, si Nike recibe una mercancía de productos falsificados”, explica el asesor jurídico. Mientras, las mercancías se acumulan en las fronteras e incomodan a las aduanas.