Steve Cadigan (de 53 años) fue vicepresidente de recursos humanos de una de las empresas más importantes del mundo en el sector, LinkedIn. Ahora, es cofundador y responsable de transformación digital en la escuela de negocio digital ISDI en Estados Unidos y uno de los reclutadores más influyentes en Silicon Valley, donde su empresa Cadigan Talent Ventures asesora grandes multinacionales tecnológicas como Google, Twitter e Intel.

Ve potencial en Barcelona para que llegue a convertirse en el Silicon Valley europeo, y cree que todos los negocios, grandes o pequeños, están obligados a digitalizarse. En el sector tecnológico, no son los trabajadores los que se adaptan a las empresas sino al revés, asegura, y lo que más le ha sorprendido las veces que ha visitado la sede de Google es la seriedad de sus empleados.

—Pregunta. ¿Por dónde tiene que empezar una pyme que quiere digitalizarse?

—Respuesta. No hay ninguna escuela o empresa que enseñe a un pequeño negocio el camino hacia la digitalización. Yo empezaría por romper la barrera del misterio, familiarizarse con el mundo digital, informarse sobre el tema, aprender de los errores de los demás, asesorarse con expertos; no hay que tenerle miedo.

—¿Todas las compañías pueden permitírselo?

—Es muy barato. Hace 10 años, tenías que comprar los servidores, el equipamiento y todo lo necesario; ahora, puedes alquilarlo a Amazon o Google. La ventaja que tienen las empresas jóvenes es que pueden crecer dentro del mundo digital y no esforzarse en el proceso de transformación. 

—A la vez que cambia el entorno, las empresas también necesitan otro tipo de trabajadores. ¿Hay oferta de profesionales preparados?

—La tecnología cambia más rápido que nuestra habilidad para aprender y adaptarnos; siempre vamos por detrás, y no es agradable. Las habilidades que necesitan ahora las empresas son distintas a las que necesitarán en cinco meses. Creo que las escuelas juegan un papel, y que tienen que formar a gente con conocimientos trasversales y que quiera adaptarse.

—Y las empresas, ¿tienen que adaptarse a los 'millennials'?

—De hecho me inclino más por esta premisa. En el mundo de la tecnología, ya no son los trabajadores los que tienen que adaptarse a las empresas, sino que éstas tienen que hacer el 90% del esfuerzo en amoldarse al individuo. Estamos entrando en la era del empleado; tienen más poder que nunca, y las redes sociales han contribuido mucho.

—¿Cómo?

—Puedo saber si la empresa está bien, qué condiciones ofrece y cómo será el jefe. Todo está en internet. La única manera de contratar a gente realmente buena es ser un sitio donde quieran trabajar. Ya no puedes retener a los empleados con dinero, los trabajadores ya no son propiedad de la empresa. En las compañías dirigidas por millennials ya se ve el cambio: no se trata de controlar a los empleados, es una cuestión de influencia.

—Usted se dedica a reclutar talento. ¿Cómo ha cambiado este ámbito?

—La principal diferencia es que tanto el candidato como la compañía tienen mucha más información para tomar la mejor decisión. Pero no estoy seguro de que la gente sea más feliz en sus puestos ahora que hace 10 años. Tenemos tanta información que vemos lo que tienen en otras empresas y nos da envidia.

—Ahora colabora con algunas de las grandes tecnológicas de Silicon Valley, uno de los grandes polos de búsqueda de talento.

—Sí, es la guerra del talento. Allí muchas empresas no tienen que pensar maneras para retener el talento, sino que se centran en ser buenas compañías. Google es el ejemplo que todo el mundo pone, y ¿qué hace? Tiene muchos negocios distintos y mueve a sus trabajadores. Lo que más me ha sorprendido las veces que he visitado su sede es lo seria que es la gente; trabajan muy duro, no son todo risas.

—¿Hay un Silicon Valley europeo?

—Incluso en Estados Unidos, otras ciudades intentan imitar el modelo. En Europa, están Berlín, Londres, Barcelona, incluso Madrid… lo intentan, pero no llegan. Barcelona, por ejemplo, lo tiene todo: es precioso, el coste de vida no es muy alto —aunque está subiendo la vivienda—, la infraestructura está preparada, los profesionales también.

—¿Qué le falta?

—Dinero. El dinero lo atrae todo. Tampoco hay una comunidad de inversores, y los gobiernos no invierten en tecnología.

—¿Qué lecciones se lleva de su etapa en LinkedIn?

—Cuando construíamos la empresa éramos nueve personas en el consejo que no teníamos ninguna experiencia. La lección número uno es que no tienes por qué haber hecho algo antes para lograrlo. La segunda es que aprendimos a crecer muy rápido: pasamos de 400 trabajadores a 4.000 empleados, de 2 países a 17 países y de 5 oficinas a 26 oficinas en cuatro años.