El juzgado de instrucción número 2 de Córdoba ha abierto juicio oral contra un centenar de joyeros por un presunto fraude a Hacienda de 150 millones de euros, acaecido entre 2002 y 2006.
El caso arrancó hace más de diez años, cuando se detectó que la firma Recuperaciones y Afinaciones, de Barcelona, movía ingentes cantidades de oro. Las pesquisas permitieron descubrir que importaba el dorado metal en barras desde Suiza como si fuera una inversión, que no está sujeta al pago de IVA. Luego se desviaba a talleres y tiendas de joyería, muchas de ellas situadas en Córdoba. Esta ciudad andaluza es la que acapara más comercios del ramo en España y la que mayor volumen de negocio mueve.
Tras Recuperaciones y Afinaciones se encuentra Pedro José Rodríguez Gómez, conocido como el rey del oro, por el impresionante trasiego de lingotes que viene realizando desde hace, al menos, cuarenta años. La empresa ha llegado a facturar 150 millones anuales.
Laminadora para transportar el oro
Los registros policiales abarcaron la sede de la sociedad, sita en la calle Johann Sebastian Bach, en la parte alta de la ciudad, y unas naves industriales del grupo. En ellas la policía se incautó de una enorme laminadora de oro, que según fuentes conocedoras es una de las mayores que se han visto nunca en España. Ésta se utilizaba para transformar el metal en chapas, que luego se transportaban en un doble fondo habilitado en automóviles de alta gama de los directivos de la trama.
A Pedro José Rodríguez se le acusa de fraude en el IVA, en el impuesto de sociedades e IRPF, más falsedad en documento mercantil, blanqueo de capitales y delito contable.
Desfalcos gigantescos
La vida de Pedro José Rodríguez daría para escribir un serial. A él y a sus familiares se les conocía en el sector de las platerías como el clan de los gallegos.
Sus primeras vicisitudes con la justicia se remontan a 1975, cuando fue detenido por tráfico ilegal de oro en un sonado escándalo que tenía de protagonista a la joyería Domènech Soler y Cabot, con establecimiento abierto en las desaparecidas galerías Condal, sitas en paseo de Gràcia-Gran Via. A la sazón, el fraude se valoró en la friolera de 14.000 millones de pesetas.
Rodríguez salió de prisión poco después y volvió a dedicarse a su ocupación habitual, esto es, la importación de oro para su venta a orfebrerías de la península Ibérica. Luego expandió el negocio con la instalación de un establecimiento en Melilla. Por esas fechas, giraba por medio de las sociedades Ibérica de Metales Preciosos SA, Promp SA y Cadenas España SA.
En 1984, se descubrió en diligencias policiales que Rodríguez había falsificado algunos documentos de compra de oro en Suiza y la Audiencia Provincial decretó su ingreso, otra vez, en la Modelo.
En las mismas investigaciones, se detuvo durante unas horas a su hermano Luis Rodríguez, actual administrador de Ibérica de Metales Preciosos, y al asesor fiscal Agustín de Oca Bruguete, por supuestas irregularidades evaluadas en 6.500 millones de pesetas. Rodríguez salió de la cárcel con la oportuna fianza y finalmente, en 1987, fue condenado a siete años de prisión y a una multa de 6.500 millones.
No permaneció mucho tiempo a la sombra porque tres años después volvió a las andadas. En esta última oportunidad el fraude se cifró en 2.200 millones. Rodríguez huyó del país.
Ahora vuelve a resucitar envuelto otra vez en un caso judicial, protagonizado de nuevo por el aurífero metal.