La compañía madrileña Mapfre, líder del sector asegurador en España, está controlada en un 67% por una sociedad sin ánimo de lucro. Se trata de la Fundación Mapfre, radicada también en la capital del país. La institución se autoproclama una “referencia” mundial por “su compromiso con el bienestar de las personas y el progreso social”.
La fundación nutre sus ingresos con los dividendos que recibe de su filial aseguradora. Ésta cotiza en el Ibex 35. Pese a su condición de compañía dependiente de una entidad sin fines lucrativos, su cúpula directiva se comporta como cualquier otra empresa de la bolsa a la hora de fijar sus propias retribuciones. Dicho con otras palabras, se rige por una apabullante generosidad, digna de las mayores corporaciones empresariales europeas.
En 2016, el consejo de Seguros Mapfre devengó 17,5 millones de euros entre salarios y aportaciones a los planes de previsión. Tal cantidad refleja un alza del 49% sobre la de 2015.
La suma había sido todavía mayor en 2014, pues se elevó a 14,4 millones. Pero esa ocasión, el monto total estuvo hinchado por una circunstancia desusada, a saber, el cese del consejero ejecutivo Esteban Pedrayes. Con tal motivo, el caballero se embolsó unas remuneraciones y pensiones de 5,1 millones. El guarismo no semeja nada flojo, dado que solamente había trabajado cinco meses y medio. En 2013, los estipendios conjuntos del máximo órgano de gobierno sumaron 9 millones.
Si se descuenta el efecto de los honorarios de Pedrayes, las percepciones del consejo de Mapfre muestran una clara senda alcista. Semejante evolución no guarda relación alguna con la marcha bursátil de la firma. Así, al margen de los dividendos, la cotización de la aseguradora parece moverse como un carrusel. En 2012 bajó un 9%. Un año después se recuperó y subió un 34%. En 2014 se anotó una caída del 9%. En 2015, el batacazo anterior se dobló hasta el 18%. Por último, en 2016 avanzó un 25%.
Mapfre está presidida por Antonio Huertas Mejías desde marzo de 2012. En su primer ejercicio de mando absoluto, de poco más de nueve meses, ingresó un sueldo y pensión de 1,4 millones. Luego dio en subirlo hasta 1,7 millones. Un año después fueron 1,8. En 2015, cuando la cotización cayó un 18%, Huertas se aumentó la paga un 72% y llegó a los 3,1 millones. Por fin, en 2016, un nuevo salto hasta los 4,4 millones.
Cuando Huertas se encaramó a la cima, Mapfre cotizaba a 2,46 euros. Ayer cerró a 3. El pico máximo fue en abril de 2015, con 3,6 euros.
Jolgorio de prebendas
Huertas y los otros cuatro ejecutivos que forman parte del consejo disfrutan de numerosas prerrogativas. Entre otras gabelas, gozan de un seguro de vida específico de 150.000 euros, más vehículo de empresa, más bonificaciones en productos comercializados por las compañías del grupo. Los consejeros que no son ejecutivos también poseen un seguro de vida, tarifas privilegiadas para productos de la empresa y obsequio de Navidad.
Pero no se acaban aquí los chollos en Mapfre. Pese a los altibajos de los cambios en bolsa, los consejeros con contrato de alta dirección gozan de un plan de incentivos plurianual. En 2013 se aprobó para el periodo 2013-2016.
El año pasado Mapfre satisfizo por dicho concepto 4,7 millones. Una vez ingresado el momio, se volvió a aprobar un nuevo plan para el periodo 2016-2019. Habrá que esperar dos años para ver las cantidades que reciben los consejeros ejecutivos. Pero la empresa ya ha calculado que entregará 2,4 millones, más 1,1 millones de acciones de la propia Mapfre valoradas en 3,4 millones.
Toda esta retahíla de chollos crematísticos provoca una creciente contestación interna. Hace tres años, el 6,1% de los accionistas votó en la junta contra las remuneraciones del estado mayor. En 2015 los votos adversos subieron al 8,31%. Y en 2016, al 9,42%.
Cuando Huertas ascendió a la presidencia, Mapfre navegaba a una velocidad de crucero de 962 millones de beneficio anual. El año pasado se limitó a 775 millones.