Uno de los objetivos de cualquier inversor es proteger sus inversiones. Obvio. Da lo mismo el perfil que presente: agresivo, conservador o moderado. En cualquier caso, deberá tener mayor predisposición a dotarse de las suficientes garantías ante los escenarios más adversos de la renta variable.
Cabe señalar que, en casos de crisis económica, guerra entre divisas o la salida de un socio comunitario de la UE, los mercados de renta variable se han depreciado entre un 10% y un 50%, en función de la intensidad de los movimientos. Por suerte, existen actuaciones que reducen los daños a unas pocas pérdidas, asumibles sin problemas por el usuario bursátil.
Para conseguir sus metas, el inversor dispone de una serie de mecanismos que le ayudarán a desarrollar sus estrategias de inversión bajo una mayor eficacia. Desde situaciones de volatilidad extrema a hechos puntuales que determinen un impulso bajista en la cotización de los precios de las acciones. Bastará con unas sencillas pautas.
Primera clave: diversificar la inversión
Una de las mejores estrategias para proteger el dinero consiste en diversificar la inversión entre distintos activos financieros. Y, a ser posible, de diferente naturaleza y procedencia. De esta forma, se limitarán los efectos negativos de unos mercados inestables.
Otro planteamiento se basa en una gestión más directa de los productos financieros que cumplen con estos requisitos. Los fondos de inversión son una buena herramienta para ello, en especial a través de su formato mixto ya que permite beneficiarse de las diferentes formas de invertir el capital: renta fija, variable, alternativa. Y hacerlo en porcentajes delimitados por las propias gestoras y que no tienen que ser totalmente proporcionales.
Segunda clave: optar por rendimientos garantizados
La búsqueda de una mayor seguridad pasa por garantizarse un retorno mínimo a los ahorros. La escasez de modelos que aporten esta característica dificultan la operación. Los fondos garantizados son una de las herramientas que sí admiten esta posibilidad. Ofrecen una rentabilidad fija y garantizada, sin ninguna clase de condiciones pase lo que pase en los mercados financieros, incluso en los escenarios más desfavorables para estos.
Los depósitos a plazo son otra alternativa, aunque con unos márgenes comerciales muy poco satisfactorios para los usuarios en estos momentos. No obstante, los retornos sobre los ahorros raramente sobrepasan la barrera del 1%, como consecuencia del abaratamiento del precio del dinero en la zona euro.
Una última propuesta: los dividendos que algunas compañías que cotizan en bolsa reparten entre sus accionistas. Generan un interés anual y fijo que oscila entre el 3% y 8%, en función del valor seleccionado, independientemente de cual sea la evolución de sus precios en los mercados de renta variable.
Tercera clave: buscar la flexibilidad
Nada mejor que capear la inestabilidad en los mercados financieros que a través de esta aportación de flexibilidad que ofrecen, por ejemplo, los fondos de inversión a través de una estrategia por parte de las gestoras que se fundamenta en ir adecuando la composición de su cartera de inversión con los diversos escenarios económicos, bursátiles y monetarios que se vayan presentando.
Como consecuencia de esta gestión activa, la rentabilidad de los ahorros puede cristalizarse en todas las situaciones, incluso en las más perjudiciales para los pequeños inversores. Hasta es posible que en un periodo recesivo pueda obtenerse un rendimiento a los ahorros.
Es justamente todo lo contrario que proporcionan las gestiones pasivas, en donde los clientes cuentan siempre con el mismo modelo de inversión, sin la más mínima variación y pase lo que pase con los diferentes activos financieros. No obstante, se trata de una alternativa muy eficaz para los ahorradores que no tienen la cultura financiera suficiente como para afrontar su aproximación a los mercados con garantías de éxito.
Cuarta clave: rechazar los formatos más agresivos
Como última pauta de actuación está la preservación del capital invertido por medio de los productos financieros menos peligrosos. Se trata de algo tan elemental como dejar para mejor ocasión la contratación de los paquetes más sofisticados de las entidades financieras. Son muy arriesgados y requieren de un mayor conocimiento financiero, como las ventas a crédito, derivados y opciones de futuro.
En concreto, los derivados financieros dificultan su operativa al basar su valor en otro activo financiero. Puede proceder de materias primas, valores de renta variable o incluso tipos interbancarios, como en el caso del euríbor.
Sí, se pueden obtener espléndidas plusvalías, pero también dejarse muchos euros por el camino. No es desde luego la elección de la mejor estrategia para proteger los ahorros, en especial si no se cuenta con la experiencia requerida para operar con ellos. Para ello hay otros modelos más seguros y que proporcionan menos incertidumbre desde su contratación. Los ETF o fondos con moneda cubierta son el mejor ejemplo.