El comercio histórico de Barcelona se despedirá en breve de otro de los nombres de referencia en la capital catalana. La familia Carrera i Vives ha declarado el concurso de acreedores de la Antigua Cerería Lluís Codina, un establecimiento situado a pocos metros de la Casa dels Canonjes, la residencia institucional del presidente de la Generalitat, por la imposibilidad de sostener un negocio deficitario.
La insolvencia se gestiona en el Juzgado de lo Mercantil número 7 de Barcelona, que ha nombrado administrador concursal al abogado Fernando Redondo, socio fundador de Dricater. El periodo vacacional no ha retrasado la tramitación de la quiebra. De hecho, el letrado declaró a Crónica Global que se está en pleno proceso de búsqueda de un interesado en quedarse con la unidad productiva o en asumir el traspaso del negocio sin trabajadores.
Esfuerzos del último gestor
La plantilla de la cerería fue despedida hace tiempo para intentar limitar los gastos operativos de la sociedad. El actual gestor intentó en múltiples ocasiones remontar el negocio y comprometió su patrimonio personal para evitar la situación actual, indican otros interlocutores conocedores del proceso.
De hecho, inyectó casi 50.000 euros a finales de 2015 en la compañía para ponerse al día con los pagos, según datos del Registro Mercantil. Fue el último balón de oxígeno para un grupo con 190 años de historia, aunque finalmente ha sido insuficiente.
Problemas con el alquiler
La transacción no incluye el edificio en el que se encuentra la tienda histórica, situada en el número 2 de la calle del Bisbe. El establecimiento paga un alquiler en el inmueble, uno de los motivos que han precipitado su caída, según las mismas fuentes.
El pool de acreedores está conformado, básicamente, por proveedores. La deuda financiera que arrastra la sociedad es limitada.
Establecimiento fundado en 1825
Los orígenes de la cerería concursada se encuentran en 1825. Vicenç Marrugat fundó ese año el establecimiento que adquirió Jordi Codina, un fabricante de velas de Mataró, a principios del siglo XX. Fue un negocio familiar que pasaba de padres a hijos hasta la muerte sin descendencia de Lluís Codina Vergeli, en 1995. Ese año fue adquirido por sus primos, los Carrera i Vives, que la han mantenido a flote a lo largo de los últimos tiempos.
Además de por su antigüedad, el establecimiento cuenta con un reconocimiento especial porque es uno de los pocos en la ciudad que conserva en perfecto estado las vitrinas que han resguardado los últimos 100 años las velas, los iconos de plata y las imágenes religiosas que se podían comprar allí, ya que el local fue mantenido pero no reformado en este tiempo.
Obrador en desuso
Conserva, asimismo, los restos del antiguo obrador en el subsuelo donde se fabricaban las velas. Se dejaron de producir hace más de 60 años y, en ocasiones, el espacio se podía visitar.
Los cirios de Jordi Codina disfrutaban de un estándar de calidad a la altura de los de San Sebastián o Marsella, las ciudades top en el sector. La temática religiosa se superó en los últimos años y se abrió la venta de velas decorativas de todo tipo para incrementar la facturación. Se espera que el concurso, que implicará la liquidación de la empresa actual, se resuelva antes de finales de año.