El lujo apenas notó la crisis económica, pero las joyas y los relojes, sí. Tras seis años seguidos de pérdidas, el sector creció en Cataluña el 1% en 2014 y superó el año pasado todas las expectativas, con una facturación de 331 millones de euros, el 7% más. En total, supone menos de la mitad de ventas que en época precrisis, cuando los joyeros y relojeros catalanes facturaron 725 millones (datos de 2007).
Se trata de un sector muy bipolarizado. La realidad de los grandes y de los pequeños comercios es muy distinta: las tiendas más importantes han funcionado bien, mientras que las de barrio han sufrido mucho más los últimos años. Roman Pallarès, presidente de la sección de comercio del Colegio de Joyeros y Relojeros de Cataluña (Jorgc), explica que la ubicación geográfica y la categoría de las tiendas son algunos de los factores que lo determinan.
“La relojería ha tirado del sector durante la crisis, aunque ahora es al revés: la joyería se recupera mejor”, asegura el presidente del colegio, Alex Riu. Y quienes tiraron de la relojería catalana fueron los turistas asiáticos, de quienes se nutría la industria. Hace unos meses, su consumo ha empezado a bajar.
Una compra más racional
Chinos y tailandeses son las nacionalidades con más presencia en el negocio. Las compras de los asiáticos eran impulsivas, pero ahora “se lo piensan más”, según David Vendrell, vicepresidente segundo del colegio. Aunque reflexionan más antes de adquirir muchas piezas, el precio medio por producto ha aumentado. Hasta 20.000 euros pueden llegar a gastarse en un reloj, lo que denota un turismo de alto poder adquisitivo.
“Hace años que vienen y se nota mucho la evolución que han hecho”, afirma Vendrell. Los rusos también eran más propensos a pagar grandes cantidades de golpe. La fuerte devaluación que experimentó el rublo a finales de 2014 y durante 2015 frenaron de golpe el consumo de los turistas rusos, que Vendrell asegura que bajó el 80%.
Optimismo por el cliente local
Si antes los catalanes eran responsables del 80% de las compras totales y los turistas del 20% restante, ahora es al revés. El causante de este intercambio de las proporciones fue la crisis. Ahora, el cliente local empieza a recuperarse, hecho que provoca optimismo en el sector. Un optimismo contenido: “Sus aportaciones al sector todavía están en horas bajas”, afirma Vendrell.
Lo que más se ha notado en este público es el aumento de compras de productos que no suponen una gran inversión. Pallarès explica que durante la crisis “no tenía sentido llevar un reloj caro en la muñeca y enseñarlo, como antes”. Aunque todavía no se ha llegado y seguramente no se llegará a estos niveles, el cliente local sí invierte en piezas más baratas que podrá cambiar en unos años.
El mercado internacional
La situación en España es muy similar. Madrid es el mercado más potente y, como Barcelona, se ha alimentado del turismo. En cuanto al mercado internacional, 2016 está siendo un año complicado. “Las exportaciones de los últimos años han sido muy bestias, y ahora se están relajando”, según el vicepresidente segundo del colegio. Suiza es uno de los máximos afectados al ser también el mayor exportador de sus cotizados relojes.
La crisis también ha coincidido con otro factor, la irrupción de los relojes inteligentes en el mercado mundial. Vendrell no cree que supongan una amenaza para el sector tradicional, sino más bien un empujón: “Servirá para que la gente joven que no tenga el hábito de ponerse reloj empiece a comprarlos”.