El 26 de junio, día de las elecciones generales y día en el que la Iglesia católica celebra la festividad de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, el Gobierno y la autoridad competente panameña, en presencia de unos cuantos mandatarios, entre los que seguramente se encontrará el Rey emérito español, inaugurarán la ampliación del Canal de Panamá en la que ha estado trabajando durante seis años un consorcio de empresas liderado por la española Sacyr.

La fecha que comporta la inauguración homenaje no es, en ningún caso, fortuita y ha sido fijada  al más alto nivel por Panamá.

Diez años después de que los panameños aprobaran en referéndum el proyecto de ampliación del Canal --la construcción de dos complejos de esclusas de tres niveles, con 427 metros de largo, 55 metros de ancho y 18,3 metros de profundidad--, la colosal obra ha finalizado.

Las repercusiones

Todo eso va a permitir, no solo duplicar la capacidad de carga de la vía marítima hasta los 600 millones de toneladas al año, sino incrementar sustancialmente la caja que recauda anualmente el Estado panameño por esta actividad y que al día de hoy supera los 1.050 millones de dólares anuales.

La complejidad y dimensiones de la obra pasarán a la historia de la ingeniería y será esa misma historia la que valore el difícil y agresivo entorno, tanto geográfico como climático, en el que se desarrolló la ejecución de las mismas; el sorprendente mundo de la relaciones laborales de la república centroamericana con unas  ratios de productividad imposibles de asumir para un occidental, o las casi siempre tensas y duras relaciones con las autoridades panameñas que en algún momento merecerían la edición de un libro.

Los pleitos

Pese a todo, la extensión del Canal de Panamá es una historia de éxito, como gusta de calificar el presidente de Sacyr, Manuel Manrique, y el final de las obras va mucho más allá que los desencuentros y los conflictos que ha llevado aparejada una obra tan compleja como esta, entre los que sobresalen los sobrecostes registrados y que ha propiciado las reclamaciones y los recursos reglamentarios que irán resolviendo las instancias internacionales en donde han sido presentados.

Lejos del cainismo propio de las tierras centroamericanas, lo cierto es que la ampliación del Canal de Panamá y el liderazgo ejercido por una empresa española como Sacyr, deja una herencia de desafíos superados y de logros que tendrán su repercusión en la futura evolución de la sociedad.

No en vano ahí quedan, tras seis años de vida de ejecución, aspectos tales como la coordinación de equipos multidisciplinares de diversa nacionalidad e idioma compuestos por más de 10.000 personas; el despliegue de maquinaria y equipos en condiciones difíciles; el ritmo de hormigonado; el hacer frente a estructuras sísmicas geotécnicas e hidráulicas activas; el conseguir una durabilidad (100 años) en el diseño y fabricación del hormigón; la optimización del diseño de las armaduras en el hormigón estructural o el diseño de elementos electromecánicos como compuertas, válvulas, elementos de movilización y control de montaje de las mismas, independiente del programa de hormigones.

Sin duda, una historia de éxito.