Barcelona puede contraer el síndrome de Venecia. Cada vez son más los venecianos que abandonan la ciudad en la que han vivido toda su vida porque no pueden permitirse pagar alquileres prohibitivos, cada vez más habituales. El espacio es limitado y las grandes inversiones extranjeras han hecho aumentar los precios de una forma desorbitada.
La Ciudad Condal está todavía lejos de alcanzar este nivel, pero se empiezan a notar los primeros síntomas. Millones de visitantes anuales abarrotan las calles, sobre todo durante los meses de verano. La Barceloneta, Ciutat Vella, las Ramblas, la Sagrada Família o el Park Güell figuran entre las visitas obligadas. Esta saturación ha abierto un debate en torno a qué modelo debe tener la capital catalana.
¿Cómo aliviar la presión?
¿Hay que limitar las plazas de alojamiento para visitantes? Y, sobre todo, ¿cómo se puede aliviar la presión sobre las atracciones más populares? El consenso entre hoteleros y expertos de que se necesita un cambio es generalizado, pero las opiniones sobre cómo hacerlo son variadas.
El consistorio, que ya ha tomado algunas medidas, también participa en el debate, aunque sus opiniones e iniciativas levantan ampollas en el sector. La última de ellas, una tasa para los cruceristas passavolants, ha sido muy criticada, aunque no faltan quienes desde el mundo académico y de la industria hotelera lo encuentran razonable.
Del olvido a la saturación
1992 fue un punto de inflexión para Barcelona en muchos sentidos. La celebración de los Juegos Olímpicos llevó a una remodelación profunda de parte de la ciudad, que se abrió al mar. Fue entonces cuando el mundo situó a Barcelona en el mapa. Y el turismo también cambió.
"Hasta ese momento teníamos un turismo exclusivamente de sol y playa, pero después se diversificó: cultura, negocios, comercio, ocio, salud, el Barça", explica Jesús Lodeiro, permanente de hostelería y turismo en la UGT de Cataluña. Pero esta variedad no se ha traducido en una diseminación de los visitantes a lo largo y ancho de la ciudad.
La promoción tiene un papel clave en la afluencia de turistas. Según Cristian Palazzi, de la Facultad de Turismo y Dirección Hotelera Sant Ignasi de la Universitat Ramon Llull, éste es uno de los puntos fuertes de la ciudad. "Nos hemos centrado en la promoción del turismo y nos hemos olvidado de gestionarlo", asegura el docente.
Nuevos focos de atracción
El Consorci de Turisme Barcelona es el ente público-privado que se ocupa de la promoción de la ciudad. Su director de comunicación y estrategia, Gabriel Guilera, destaca la responsabilidad que conlleva su tarea: "No hablamos de la Sagrada Família, ni de las Ramblas; hace más de un año que abrimos el compás y salimos de los imprescindibles". De hecho, añade, "tenemos un acuerdo con la Diputación para intentar distribuir el turismo a otras partes del territorio, incluso fuera de Barcelona, para aliviar la presión".
¿Es sostenible un aumento continuado de visitantes? Barcelona no ha llegado al límite de su capacidad de carga física, según Palazzi. “Pero sí de la psicológica: la ciudadanía está preocupada y empieza a sentirse amenazada por la masificación del turismo; por esto se ha abierto el debate”, explica.
La apuesta del ayuntamiento
Precisamente con el objetivo de aliviar la presión el ayuntamiento ha aplicado la ya famosa moratoria de hospedaje turístico. El nuevo PEUAT (Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos), todavía pendiente de ser aprobado, pretende acotar las plazas de pernocta en las zonas más saturadas e impulsar la creación de nuevas en las áreas menos visitadas. Otra vez la descentralización.
“Estoy de acuerdo en que se tiene que regular, pero antes había un marco jurídico para operar y ahora no puedes plantear nuevos proyectos, no puedes hacer nada, está todo parado”, se queja Oscar Sánchez, director de los hoteles Bestprice. En vez de esto, cree, se tendrían que dar posibilidades para abrir nuevos polos de atracción, que la “iniciativa privada tuviera incentivos para hacerlo y que la regulación se aplique a cada caso concreto”.
Si se reduce el número de plazas hoteleras, los precios subirán: la demanda sería la misma y la oferta se estancaría. El peligro es el elitismo, que alojarse en Barcelona solo esté al alcance de los más pudientes.
Apartamentos turísticos
El sector hotelero, descontento por la iniciativa municipal al considerarse los más perjudicados, dirigen el foco sobre los apartamentos turísticos ilegales. “Vayamos todos a una, pero con las mismas condiciones”, defiende Albert Olivé, director ejecutivo de Axel Hotels. En su opinión, la oferta no regulada contribuye a crear una “mala imagen, a estimular el turismo de borrachera”.
La desigualdad de condiciones tributarias es uno de los elementos que más destacan desde el sector. Los dueños de los apartamentos turísticos ilegales no pagan impuestos, por lo que forman parte de la “economía sumergida”. Pero la rentabilidad para los propietarios es mayor que destinarlos a uso residencial, por lo que proliferan sobre todo en zonas como la Barceloneta.
Con todo, el precio de los alquileres residenciales ha subido el 18% en un año. El coste de vida para los ciudadanos aumenta. ¿Se convertirá Barcelona en la próxima Venecia?