Un trágico suceso deja el futuro de Freixenet en el aire, al menos unos días. Carmen Ferrer Sala, de 96 años, murió la madrugada de este miércoles en Santander, ciudad a la que se han trasladado de urgencia sus hijos Carmina, Agustina, Montse y Enrique Hevia Ferrer para despedirse y organizar la ceremonia, que se celebrará mañana en la capital de Cantabria.
La familia está “consternada” por el fallecimiento y la primera decisión que ha tomado es suspender el consejo de administración que se debía celebrar hoy. No se trataba de una reunión ordinaria, ya que era el foro en el que Enrique Hevia, director financiero del grupo familiar, debía plantear a sus primos hermanos, los Ferrer-Noguer y los Bonet-Ferrer, una opción de compra para su participación en la compañía. Es decir, abrir por primera vez Freixenet al capital externo.
Suspensión sin nueva fecha
Por el momento, la suspensión es sine die. El carácter familiar de la compañía propicia que este tipo de decisiones se tomen de forma ágil y sin la burocracia de otras empresas. Pero, por el momento, la cuestión ha quedado en un segundo plano.
El fallecimiento de Carmen Ferrer ha sido un golpe especialmente duro para el presidente honorífico de Freixenet, José Ferrer Sala (89 años). El pasado 11 de enero se despedía de su hermana mayor, Pilar Ferrer (98 años), madre de los Bonet, y ahora, cuando aún no se había recuperado del todo del golpe, dice adiós a la única hermana que le quedaba con vida. Dolores Ferrer, la tía Lola, murió en 2013.
Fin de una generación
Los cuatro hermanos Ferrer Sala, hijos de los fundadores de la bodega, conformaban el consejo de sabios de Freixenet. A pesar de su avanzada edad eran muy activos en la toma de decisiones en la compañía y aseguraban que su continuidad como empresa familiar, el núcleo duro que representaba la unidad.
Ahora, el presidente honorífico se ha quedado solo. La tercera generación de Freixenet tienen, más que nunca, el protagonismo de la compañía y los primeros titulares que han ocupado es para mostrar una división entre las familias que empaña el futuro del grupo familiar.
Reparto de acciones
José Ferrer es también el ejecutivo el que controla la mayoría del capital del grupo, el 42%. La primera participación que recibió de sus padres, Pere Ferrer y Dolors Sala, era ligeramente superior a la de sus hermanas por su condición de hijo varón. Además, recibió en herencia la mayoría de los títulos que estaban en manos de su tía Lola, que falleció sin descendencia.
Solo traspasó un porcentaje mínimo de este paquete, testimonial, a su hijo mayor, Pedro Ferrer Noguer, para que pudiera ocupar el cargo de consejero delegado. Los estatutos de la compañía indican que los cargos directivos deben tener en propiedad al menos una acción del grupo y ese era el papel que había cedido a su hijo. El resto de sus hijos --Dolors, Mercedes y José María-- son los únicos Ferrer sin papel de Freixenet.
Nuevo reparto del capital
Antes de convocar otra vez el consejo para decidir el futuro de Freixenet, se deberá esclarecer de nuevo el reparto del accionariado. En el caso de Carmen Ferrer, la división de la herencia en este sentido era la más sencilla en la segunda generación de ejecutivos. Cedió la mitad de sus títulos en vida hace años a sus hijos y toda apunta a que Carmina, Agustina, Montse y Enrique recibirán el resto cuando se abra el testamento y se firme la aceptación de la herencia.
Los hermanos Hevia-Ferrer se repartirán en ese momento una participación del 29%, la misma que recibieron a principios de año, tras el fallecimiento de su madre, los Bonet-Ferrer: Pilar; José Luis, presidente de Freixenet y el más mediático de todos por su condición de líder de la Cámara de Comercio de España y presidente del consejo de administración de Fira Barcelona; Pedro, director de comunicación de la bodega, y Eudaldo.
La familia se dirige este miércoles hasta Santander. Dirán adiós a Carmen Ferrer, pero también casi de forma definitiva a una forma de gestionar Freixenet.