El oro siempre ha sido considerado siempre uno de los valores refugios por excelencia en los períodos de inestabilidad económica. Siendo centro de las operaciones, no solamente de los grandes inversores, sino de minoristas. Este papel, no obstante, ha decrecido durante los últimos años como consecuencia de la aparición de otros activos financieros que cumplen este objetivo con mayor eficacia. No obstante, y a pesar de haberse depreciado fuertemente durante los últimos años, no ha podido comenzar mejor el nuevo ejercicio. Se trata de los pocos activos financieros que se han revalorizado en este corto período de tiempo, hasta alcanzar el 16%. Pasando, en poco más de dos meses, de cotizar 1.062 a 1.237 dólares la onza.
En un clima de incertidumbre, con el precio del petróleo por debajo de 40 dólares el barril, y crecientes dudas sobre el crecimiento mundial de la economía, los mercados bursátiles están sufriendo una volatilidad extrema, que los principales indicadores no ayudan a apaciguarla. Ante este escenario macroeconómico, el dinero de muchos ahorradores se está dirigiendo hacia los valores refugios, entre ellos el oro. Sin otro objetivo que proteger su patrimonio, ante la falta de incentivos de otras inversiones.
El principal problema que plantea su elección es a dónde hay que acudir para tomar posiciones en este activo financiero de aceptación universal. Desde luego que es más difícil que en otros, pero de todas formas dispone de varias alternativas para rentabilizar los ahorros. Algunas completamente convencionales, otras más sofisticadas, y en cualquier caso con importantes diferencias con respecto a las restantes inversiones.
Comprar acciones en la bolsa
La renta variable tradicional sigue siendo la forma más directa para posicionarse en este metal precioso. A través de las empresas que se encargan de su proceso de producción. Para ello, no habrá más remedio que acudir a los mercados bursátiles donde cotizan, y que tienen en el Dow Jones su principal centro de operaciones. Sus precios se mueven bajo fuertes oscilaciones, superiores con respecto a los valores de otros sectores, con diferencias de hasta el 10% en la misma sesión.
La oferta en el viejo continente no es tan potente como la norteamericana, y sin ir más lejos la bolsa española está huérfana de empresas vinculadas con el oro. Tan solo la city londinense cuenta con una serie de propuestas que satisfacen los deseos de los inversores. De una u otra forma, sus operaciones implicarán comisiones algo más expansivas que si se formalizasen en los mercados nacionales.
Otra alternativa: fondos de inversión
De todas maneras, hay una forma más sencilla para posicionarse, y que consiste en suscribir fondos de inversión basados en este metal precioso. Puede hacerse desde cualquier banco, y solamente bastará detectar el producto diseñado por las gestoras que mejor se adapte al perfil de los clientes. Una de las ventajas de esta opción reside en que los ahorros podrán diversificarse junto a otros activos financieros, tanto de la renta variable como de la fija. Como resultado de esta estrategia, las aportaciones económicas estarán más protegidas ante una eventual caída de sus precios.
ETF basado en el oro
Si lo que se busca es un producto financiero intermedio, los fondos cotizados pueden constituirse en una excelente iniciativa. No en vano, son fondos de inversión que tienen la particularidad de que cotizan en bolsa, al igual que ocurre con las acciones. Su principal efecto radica en que puede comprarse y venderse durante la misma sesión, sin necesidad de esperar al cierre del mercado para formalizar la operación.
Una de sus principales aportaciones se manifiesta en que están directamente ligados con este metal, sin la incorporación de otros activos financieros. Con una rentabilidad similar a los movimientos en el precio al contado del oro. La oferta que presentan los fondos cotizados es muy amplia, con toda una serie de propuestas destinadas a los que deseen subirse al rebote del metal amarillo. Aunque con el inconveniente de contratarlos en otras divisas ajenas al euro, que exigirá un cambio con sus consiguientes comisiones.
Compras físicas: desde lingotes a joyería
Para las personas que les sea más dificultosa formalizar estas operaciones financieras siempre tendrán como último recurso la compra de oro físico. Por medio de diferentes estrategias que estarán dirigidas a generar plusvalías al largo plazo. Podrán ser seleccionadas en función del perfil, poder adquisitivo, y hasta de los gustos personales que presenten los inversores.
Una de las formas más habituales para realizar este contrato consistirá por medio de la compra de lingotes de oro. Se comercializan en diferentes formas y tamaños, desde solamente un gramo, y hasta 1.000 si es el deseo de los compradores. Con tarifas a partir de 425 euros. No es necesario acudir al banco para formalizar la adquisición, sino a través de las empresas distribuidoras de este producto.
Si aun así, ninguna de las estrategias reseñadas llega a convencer a los inversores, todavía les queda una última opción. Algo más original, pero igualmente efectiva, aunque reservada para los bolsillos más pudientes. Se trataría de una transacción para toda la vida a través de artículos de lujo, preferentemente vinculados a la joyería (relojes, pulseras, broches, etc.). Con un valor añadido que estaría representado por el carácter sentimental de la compra.
Y que en el caso de los patrimonios más modestos podría basarse en la adquisición de monedas de oro (Krugerrand sudafricano, American Eagle o Soberano británico, entre otras), cerrando la operación desde importes algo superiores a 1.000 euros. Configurándose como uno de los procesos más efectivos y rápidos para blindarse ante la pérdida de poder adquisitivo.