Las entidades de crédito españolas concedieron a lo largo de 2015 más de 19.000 millones de euros en créditos al consumo. Cifra que implica un incremento del 20,13% con respecto al ejercicio anterior. Los españoles seguimos endeudándonos, aunque el precio final del préstamo depende en gran medida de la capacidad para negociar con la entidad.
Cuando se solicita financiación, el objetivo de cualquier negociación suele ser pagar menos. Lo primero que se debe tener claro es que el coste final de un crédito no depende únicamente del tipo de interés. Prueba de ellos es que los préstamos al 0% de interés no siempre son los más baratos. Antes de asumir una deuda es importante conocer todos los aspectos que afectan al precio final para poder negociar con mayor seguridad, señalan los expertos del comparador HelpMyCash.com.
El tipo de interés, lo más bajo posible
Lógicamente, cuanto menor sea el tipo aplicado sobre el dinero prestado, menores serán los intereses que se tendrán que devolver a la entidad. El interés medio de los créditos al consumo concedidos en diciembre se situó en el 7,56%, por lo que no se debería firmar un préstamo con un interés mucho mayor.
La diferencia entre suscribir un crédito con un tipo u otro puede ser determinante a la hora de ahorrar. Por ejemplo, un cliente que solicite 10.000 euros a devolver en cuotas mensuales durante 5 años con un TIN del 10% acabaría pagando 2.748,25 euros en concepto de intereses, mientras que si lo hace con un TIN del 5%, pagará menos de la mitad. Concretamente, 1.322,74 euros.
Di ‘no’ a las comisiones
Las comisiones de estudio y de apertura pueden encarecer considerablemente el préstamo. La buena noticia es que son relativamente fáciles de evitar. Entidades como ING Direct, Cofidis o Cetelem no aplican ninguno de los gastos anteriores, además de comercializar préstamos con un interés por debajo de la media. Por ello, el cliente puede ahorrarse un pago inicial de varios cientos de euros.
Si seguimos con los ejemplos, un cliente que solicite un préstamo de 10.000 euros con una comisión de apertura del 3% tendría que abonar nada más firmar el contrato 300 euros. En cambio, contratando el Préstamo Naranja de ING Direct (7,18% TAE), el de Cetelem (desde el 7,18% TAE) o el Crédito Proyecto de Cofidis (desde el 5,06% TAE) no se tendría que abonar ninguna comisión. Resultado: varios cientos de euros de ahorro.
Solicita una cuenta asociada gratis
Cuando se solicita un préstamo en la banca es casi imposible evitar la apertura de una cuenta en la entidad. La única forma de evitarlo es acudir a los establecimientos privados de crédito que no requieren cambiar de banco.
No obstante, abrir una cuenta nueva no tiene por qué ser un problema siempre y cuando no tenga comisiones. La mayoría de las entidades comercializan cuentas sin comisiones en estos momentos, por lo que no deberíamos pagar por ella. Menos aún si solo la vamos a utilizar para pagar el préstamo. Además, nos permitirá ahorrar un buen pellizco, ya que el mantenimiento de una cuenta puede superar los 50 euros anuales.
Evita contratar más de un seguro
La mayoría de las entidades exigen que el cliente contrate un seguro. Si bien no es obligatorio, en caso de negarnos lo más probable es que nos denieguen el préstamo o nos aumenten el interés. El más habitual es el seguro de protección de pagos, pero también pueden exigir uno de vida, de hogar o de auto. El truco consiste en hacer números y ver qué sale más a cuenta: contratarlo y disfrutar de un interés menor, no contratarlo y pagar más intereses o, directamente, buscar otra opción que no requiera contratar ninguna póliza.
En cualquier caso, no deberíamos aceptar más de un seguro ni tampoco un precio desorbitado. Se pueden acabar pagando varios centenares de euros extra al año y hay varios préstamos en el mercado que se pueden contratar sin pólizas o con solo una.
No asumir una vinculación excesiva
En algunos casos, el banco nos puede exigir que asumamos cierta vinculación. Si no nos supone ningún coste y nos parece razonable, como por ejemplo domiciliar la nómina o un recibo, no debería haber ningún problema. Sin embargo, si vincularnos con la entidad implica un gasto mayor, entonces debemos valorarlo bien.
Un ejemplo sería un cliente al que le obligan a contratar una tarjeta de crédito con cuota de mantenimiento anual o que debe suscribir un plan de pensiones que también tiene comisiones.