El negocio bancario básico, el core business en la jerga financiera, es el producto de restar a los ingresos que proporciona dejar dinero lo que cuesta tomarlo prestado. A eso hay que restar también los costos de explotación --personal, alquileres--, y luego sumar las comisiones por los servicios prestados. El resultado es lo que se gana, hablando en plata.
Los tipos de interés son tan bajos en estos momentos que el margen para ganar dinero tomando de unos y prestando a otros cada vez es más estrecho. Lo gastos hay que reducirlos al máximo intentado que la tecnología haga el trabajo que antes hacían los empleados, pero eso también tiene un tope.
Las comisiones, por tanto, se han convertido en el salvavidas de los bancos. Y no tienen límite. Hoy, el debate se centra en las que se aplican por usar los cajeros automáticos, que no son caras ni baratas, sólo inéditas. De ahí que el Banco de España haya intervenido no sólo llamando la atención sobre su cuantía, sino sobre el concepto por el que se aplican.
De hecho, el regulador incluso ha tenido que llamar la atención sobre cierto tipo de publicidades con las que las entidades más agresivas tratan de aumentar su clientela.
Cuestión de costumbre
Durante años, cajas y bancos han ido acostumbrando a sus clientes a operar en los expendedores automáticos, lo que sin duda era una reconversión que a medio plazo tendía a mejorar su cuenta de resultados. Ahora, hay que pagar por utilizarlas. Es un choque para los usuarios, de ahí que se hable tanto de ellas.
Pero, además, tienen una importancia básica en el negocio. Y no únicamente por su aportación a la cuenta de resultados. La más famosa de ellas --la de los dos euros que Caixabank empezó a aplicar a los no clientes en marzo-- no ha supuesto ingresos extraordinarios. De hecho, el banco de La Caixa ha visto disminuir un 2,1% sus ingresos por las comisiones estrictamente bancarias en los nueve primeros meses del año.
Su principal utilidad básica es que disuade a los clientes de la competencia, que hasta ahora han usado gratuitamente su red de cajeros, en la que el banco catalán ha invertido en torno a 500 millones
El negocio de los fondos
Las comisiones se han convertido en un elemento básico de su negocio, pero no las de los cajeros. El capítulo principal no está en el cobro por los servicios bancarios --aunque buena parte de los que ahora son gratuitos dejarán de serlo si los tipos de interés continúan tan bajos--, sino en esos que se llaman fuera de balance: gestión de carteras, seguros y, sobre todo, planes pensiones y fondos de inversión.
Los números cantan. En el caso de Caixabank, los ingresos por comisiones suponen ya el 46% del margen de intereses, cuando hace cinco años representaban el 33%. No obstante, las comisiones bancarias apenas son el 65% de total de las comisiones: en 2014 eran el 74%.
Unos márgenes indiscutidos
Es una aportación al total que se reduce porque cada vez pesa más el importe de las comisiones por gestión de productos que están fuera de balance. Son más altas, pero nadie las discute. De ahí el interés de los bancos por conseguir vincular a sus clientes a través de ese tipo de productos financieros.
Aunque parezca increíble, el porcentaje por la gestión o por el depósito de un fondo de inversión o de un plan de pensiones no está relacionado con los beneficios, sino con el patrimonio. La banca siempre gana, aunque el partícipe pierda.
En el caso del Banco Sabadell, por ejemplo, las cifras son curiosamente estáticas. Sin contar la aportación del recientemente adquirido TSB, este año los ingresos por comisiones equivalen al 35% del margen de intereses, un porcentaje demasiado cercano al 32% de 2009, cuando los tipos de interés eran mucho más altos y el margen de intereses bastante más generoso.