El precio de la energía cayó en los últimos datos del IPC, y el Gobierno redujo en torno a un 2,2% el coste de la factura de la luz para los usuarios domésticos. Pero esta rebaja caduca a finales de año, cuando se prevé que los precios vuelvan a subir. En estos más de tres meses, los usuarios pueden tomar medidas
Adecuar tarifa y potencia
La primera forma de conseguir rebajar las facturas es revisar el contrato. En la mayoría de las ocasiones los consumidores se dejan llevar por las recomendaciones de los comerciales. Pero estos no siempre ofrecen la oferta que más interesa al cliente. Ante la duda, es es recomendable acudir a un comparador de tarifas en el que confrontar distintas propuestas y descubrir los detalles que pueden encarecer la factura.
Por otro lado, también existe una tendencia a contratar una potencia superior a la que realmente se necesita. El miedo a que salten los plomos incita a decantarse por potencias con las que se acaba pagando un sobrecoste, ya que este precio es fijo y no se puede rebajar, salvo cambiando la potencia. Así, por ejemplo, pasar de 4,4 kW a 3,3 kW conlleva un ahorro de 60 euros/año.
Compra colectiva
Otro método es negociar una rebaja de la factura con la compañía. Evidentemente, un consumidor particular no tiene la fuerza necesaría para obtener esta rebaja. Pero la unión hace la fuerza. La opción es la compra colectiva de luz y gas, en la que un elevado número de consumidores se unen para negociar una nueva y más ventajosa tarifa. De este modo se invierten las tornas y son las compañías las que ofrecen tarifas más interesantes con las que ganar un elevado número de usuarios.
En compras colectivas anteriores se han conseguido rebajas de hasta el 30 % anual, lo que ha provocado que cada vez haya más consumidores pendientes de estas subastas inversas. Por el momento, ya existen varias compañías eléctricas grandes interesadas en participar en la próxima compra colectiva de luz y gas para particulares, que se celebrará el próximo 1 de octubre.
Mejorar la vivienda
Finalmente, si se busca un ahorro a largo plazo, tal vez se deba pensar en adecuar la vivienda. De primeras, para ahorrar en luz hay que ser responsable con el consumo. Entre las acciones más sencillas estaría, por ejemplo, no dejar que la nevera y el congelador creen placas de hielo, evitar poner lavadoras sin estar llenas o controlar las fugas de calor (o frío) por ventanas y puertas cuando se utilizan los aparatos de aire acondicionado.
Si estos trucos básicos ya se aplican y pese a ello las facturas son elevadas, tal vez el problema resida en los electrodomésticos o en la propia vivienda. En lo que respecta a lo primero, a día de hoy compensa pagar un poco más por los aparatos de bajo consumo ya que a la larga permiten un gran ahorro.
En el caso de la vivienda, un mal aislamiento puede provocar un gasto energético excesivo. Para saber si el estado de la casa está afectando a la factura, se puede recurrir a un certificador energético para que haga una revisión. La ventaja de este control es que se incluyen consejos con los que mejorar el inmueble. Y es que, aunque este certificado suponga un coste, subir un punto en la calificación energética puede conllevar un ahorro de hasta 1.000 euros al año.