El 80% del operativo de CatalunyaCaixa en Cataluña y el 75% de las oficinas de la entidad en España han estado parados este miércoles. La plantilla echa un pulso a su nuevo dueño, el BBVA de Francisco González, y ha conseguido tanto paralizar la actividad del banco en pleno período vacacional como movilizar a 2.500 personas para que salieran a protestar por el centro de Barcelona. Una imagen de manifestación multitudinaria que el inicio de la recuperación y la mayor confianza empresarial había casi borrado de las calles de la capital catalana.
Están en juego las condiciones de salida de 1.607 empleos, el número de trabajadores que deberán dejar la entidad catalana rescatada para culminar su integración con BBVA.
Plan social para cubrir la mayoría de las bajas
El plan inicial del banco era llegar a un acuerdo de salida pactado a 31 de julio, la fecha límite para empezar agosto con paz social en el seno de la entidad. Por ello, González puso sobre la mesa de los sindicatos un plan social que contempla 630 prejubilaciones con el 70% del salario; y 400 recolocaciones, 185 fuera de Cataluña, 150 en dentro de la propia comunidad y a 65 empleados que se trasladaron en su día para trabajar en CatalunyCaixa les facilitan un billete de retorno a su pueblo de origen.
También propone dimisiones voluntarias sin límite a los empleados de 50 a 54 años a cambio de un finiquito de 50 días por año trabajado. Eso sí, no se les aplica la fiscalidad de un ERE porque se trata de una baja voluntaria y los afectados no pueden cobrar el paro.
Para los despidos forzosos, la indemnización es de 30 días por año trabajado.
Reducir la afectación
Los sindicatos del grupo aseguran que las condiciones económicas “no son el freno al pacto”, en palabras del secretario general de la entidad en Cataluña, Ignasi Ribera (UGT). Eso sí, reconocen que las indemnizaciones podrían ser más atractivas y que BBVA podría abrir la puerta a que algunos de los trabajadores afectados fueran trasladados a sus oficinas. “En un banco con 27.000 empleados la incorporación de 100 o 200 trabajadores no desvía el presupuesto”, añade el sindicalista.
El principal obstáculo para firmar el pacto ansiado por González es la reducción de la afectación. La primera apuesta de los sindicatos es quitar a 150 personas del expediente de regulación de empleo (ERE).
Plantilla a la expectativa desde 2011
La dirección no cede y el comité de empresa no se ha plegado ante las amenazas que denuncian: “Nos han dicho que si no llegamos a un pacto antes del 31 de julio se marcharán las palomas y llegarán los halcones”, remarca Ribera.
La apuesta de UGT, CCOO y CGT ha sido fuerte. Convocaron la huelga y consiguieron un espaldarazo sin fisuras de la plantilla, incluso de la de fuera de España, que no estará afectada por la reestructuración.
Los sindicatos se sienten fuertes y no cederán. Se debe tener en cuenta que BBVA está ante unos trabajadores quemados. Desde que el fondo de reestructuración bancaria ordenada (Frob) intervino CatalunyaCaixa en 2011, la plantilla ha visto como su cúpula era acusada de irregularidades, se sentaba tanto ante los tribunales como ante el Parlament de Cataluña en la comisión sobre la quiebra de las cajas catalanas y, de forma paralela, sus condiciones laborales se recortaron mientras el Estado buscaba al comprador ideal. La plantilla se redujo de los más de 8.000 a los 4.600 empleados actuales.
Antes de todo eso, las plantillas procedentes de las cajas de Catalunya, Tarragona y Manresa habían pasado por un ERE, producto de la integración de las tres entidades.
Escenario incierto si BBVA no llega a un pacto
BBVA tiene un gran reto. Es consciente de que si aplica un ERE sin pacto el conflicto acabará con la mediación del Tribunal Laboral catalán, un escenario incierto; y que si allí tampoco cede y llega a un punto en común con los trabajadores, lo más seguro es que inicien la vía legal, hecho que prolongaría aún más la negociación y cuyo resultado es imprevisible.
Las palomas deben bajar a la arena de la negociación.