A todo el mundo le gustan los niños, las mascotas y los helados de nata. En este caso, el orden de los factores es crucial. Por ejemplo, Javier García Roche, el Rey Chatarrero, es el nuevo san Francisco de Asís de los animales de compañía. A cara de perro es el programa denuncia que ha estrenado Cuatro con gran éxito de crítica y audiencia. Rocha es un exboxeador que se retiró el año pasado como campeón de España de los superwelter y tiene el careto, la pinta y los suficientes tatuajes como para abstenerse de sostener con él una discusión de tráfico. Pero bajo su terrible aspecto hay un espíritu sensible, un alma caritativa, un gran amante de los seres vivos que denuncia con arrojo justiciero el maltrato animal, ya sea el caso del Toro de la Vega o el de algunos criadores de perros de razas de moda.

El estereotipo de es manual. El gran Mike Tyson comenzó a rehacer su desestructurada existencia a comienzos de la década, cuando protagonizó Taking on Tyson en el canal Animal Planet, un espacio en el que el excampeón de los pesos pesados que se comió media oreja de Evander Holyfield mostraba al público su tierna relación con las palomas mensajeras, de cuyo cuidado es una especie de místico maestro de kung-fu y algo así como el pajarero de Alcatraz.

Tras una vida turbulenta en plan "Más dura será la caída", drogas, agresiones sexuales y cárcel incluidas, Tyson se hizo musulmán, de nombre Malik Abdul Aziz, vegano y un cierto nombre en televisión (participó en el Mira quién baila italiano). Ahora es un honrado ciudadano estadounidense que preside junto a su tercera o cuarta esposa una fundación benéfica que apoya a Donald Trump porque todo el mundo tiene sus contradicciones.

A nuestro nivel, el Rey Chatarrero ha cumplido perfectamente las expectativas depositadas en sus cualidades como promesa de la televisión. La defensa de los animales es una causa con tanto predicamento como la de no retirar las cacas de los perros del asfalto y García Roche se desempeña en la materia de denunciar el maltrato animal con mano de plomo. Un día después de la emisión del primer capítulo de su programa, era denunciado por su expareja. De san Francisco, al que las golondrinas seguían y formaban en cruz, al señor Hyde.

Además de las personas, a García Roche no le gustan los policías, que también son personas, ni respetar los límites de velocidad. De los cucuruchos de nata helada no se le conoce opinión, pero en nada saldrá en las encuestas de famosos sobre la piña en las pizzas. Ha nacido una estrella.

En la nómina de Mediaset hay otro exboxeador con gran proyección mediática, Jero García, el coach de Hermano Mayor. García, como es obvio, tiene una fe inquebrantable en la doctrina natural sobre la bondad humana, al contrario que García Roche, que es más de Hobbes y el homo homini lupus. Hermano Mayor es un programa duro, crudo y bastante realista en el que los participantes a veces no parecen actores porque hay cosas que no se le gritan a una madre ni aunque lo ponga el guion y en otras parecen actores porque de otro modo no se aguantan según qué vejaciones y menos en público, para que lo vea España.

Cuatro resume la última entrega del espacio con el título Lo nunca visto: Jero García se marcha sin conseguir su objetivo con Alejandro. El tal Alejandro es un chaval complejo de 19 años que se fue a por el exboxeador, casi dos metros de largo por dos de ancho, puño en alto en plan que te meto. García fracasó en el proceso de reeducación rápida del violento joven. Primera vez desde que se estrenó el formato en España. Caso imposible. ¿Caso cerrado o giro inesperado?

Al menos es de agradecer que Cuatro recupere las viejas fórmulas del circo, el reclamo del sensacionalismo, el punto de "La parada de los monstruos", pasen y vean al hombre pez y la mujer tortuga, para difundir por vía indirecta las infundadas creencias de que los animales son mejores que las personas y que el amor por las bestias hace mejores a los humanos.