El nombramiento de un nuevo profesional al frente de la televisión pública catalana ha suscitado toda suerte de especulaciones. Sin embargo, hay una que se repite como un mantra y como denominador común de todas ellas: el aterrizaje del valenciano Vicent Sanchis en TV3 es una apuesta de todo o nada para los políticos de CDC.

El periodista que dirigió El Observador, Avui, Barça TV y que pasó por la Fundació Catalunya Oberta es un inequívoco integrante del clan prenafetista de la antigua Convergència. Conoció a Lluís Prenafeta en sus mocedades y desde entonces le ha prestado toda clase de servicios al que fuera mano derecha de Jordi Pujol hasta que decidió salirse de la política y dedicarse en exclusiva al mundo de los negocios.

La fundación de Prenafeta debe imprimir carácter, porque de allí salió en 2002 otro director de TV3, el periodista Joan Oliver. A él, como a Sanchis, les une la pasión por el mundo de los negocios y la ideología liberal, de la que el nuevo responsable del medio es un ferviente defensor. En lo que tiene menos atributos liberales el director de TV3 es en sus posiciones políticas. Su fundamentalismo nacionalista es más propio de ideologías cartesianas. Sanchis es la droga dura del independentismo y su llegada a la tele pública supone la última oportunidad de CDC, más en concreto de Artur Mas, por salvar los muebles antes del definitivo hundimiento del Titanic convergente.

Sanchis es la droga dura del independentismo y su llegada a la tele pública supone la última oportunidad de CDC, más en concreto de Artur Mas, por salvar los muebles antes del definitivo hundimiento del Titanic convergente

Especulan en el entorno profesional del amigo Sanchis que su llegada en sustitución de Jaume Peral tiene que ver con el tipo de cobertura que TV3 realizó de los juicios del 9N y del caso Palau. Permítanme que exprese dudas sobre ese razonamiento; incluso en el caso de que algún convergente estuviera descontento con la información emitida jamás fue desfavorable a los acusados (hoy condenados) ni se ciscó contra las prácticas corruptas de financiación que el partido pudo llevar a cabo durante años con la ayuda, connivencia y comisión de Fèlix Millet y Jordi Montull.

Sanchis es un personaje arrojado. Lo ha sido profesionalmente y lo es en su dialéctica. No tiene miedo a la crítica pública y es un periodista desacomplejado. No le importará poner TV3 al servicio del señorito Mas y hacer desaparecer a Carles Puigdemont de la escena, salvo que Prenafeta decida lo contrario. Los próximos meses son la última oportunidad que le queda al ex presidente para encontrar algún rédito futuro a sus errores políticos pasados. Sanchis es la garantía de que la apuesta se redobla. O salta la banca o consiguen una fortuna política en el envite.

Como los nubarrones hacen acto de presencia y el panorama político catalán se acerca a la tesitura de caixa o faixa, no es de extrañar el tipo de apuesta de un gobierno que es incapaz de relevar a consejeros amortizados como Toni Comín, pero que no tiene dudas de que los medios públicos estén regidos por talibanes en la recta final de su llamada hoja de ruta. ERC, que siempre controló TV3 por la vía de la asamblea, ahora anda buscando el lugar en el que el astuto Mas ha depositado la bolita de trilero que ha empleado para este delicado pero sustantivo relevo.

Al final, a Oriol Junqueras puede pasarle como a Mariano Rajoy: tanto ponerse de perfil para que no le pille ningún tren puede dejarle en la estación sin subirse a ninguno. Ganar unas elecciones o conseguir cualquier otro rédito político es imposible si la televisión pública del país no empuja en un determinado sentido. Por supuesto, más difícil resultará si ese medio circula en sentido contrario. No se preocupen los nacionalistas, el amigo Sanchis lo hará fácil, aunque siga sin disponer de carnet de conducir. Lo verán en los informativos, en los programas especiales de política y en las tertulias. Ese es el cometido ahora del colega valenciano al que Eliseu Climent expatrió a Barcelona en tiempos de El Temps y que apostó de muy joven por ser más papista que el Papa. Tanto da que se trate de liberalismo económico como de fundamentalismo convergente. Ah, y no se rasguen las vestiduras, Mas y Francesc Homs podrían haber escogido a Pilar Rahola para TV3 y las risas hubieran sido aún mayores...