No vive buenos tiempos la histórica entidad que preside Ángel Ron. No sólo figura en todas las quinielas y cábalas sobre procesos de concentración que analistas y periodistas lanzamos, sino que vive una especie de guerra civil interna en sus órganos de gobierno sorprendente para una institución bancaria de su calado y tradición.
Que si recibe una oferta extranjera, que si sus socios americanos impulsan que se fusione con el Banc Sabadell, que si su rémora inmobiliaria es la mayor del conjunto de la banca, en términos de proporción, que si no puede continuar solo… Todas esas reflexiones circulan por el mercado de manera recurrente e intensa en los últimos meses.
Ángel Ron, por las razones que sea, es un banquero discutible como presidente. Al menos, nada tiene que ver con sus antecesores. Por el Banco Popular pasaron Rafael Termes y los hermanos (Luis y Javier) Valls Taberner. De él hicieron en tiempos el banco más rentable de España. Eran tiempos en los que Mario Conde ejercía, pero también la generación vasca de Neguri --los Pedro Toledo, Ángel Corcóstegui y Emilio Ybarra, entre otros--, además de los siempre presentes Botín. Hoy aquella institución tranquila del pasado arrastra a sus espaldas una mochila reputacional que ladea todos y cada uno de sus movimientos hasta hacerle trastabillar.
El enfado del mexicano Antonio del Valle con la cúpula del banco es interpretada como una guerrilla del socio descontento que como un golpe de estado interno
El problema de su baja cotización tras la última ampliación de capital y los cambios de organigrama directivo han extendido la rumorología del mercado sobre el enorme enfado del mexicano Antonio del Valle con Ron y sus partidarios en el consejo de administración. Del Valle es el nuevo socio mexicano que ha visto como el valor bursátil de la entidad no ha hecho otra cosa que descender desde que se incorporó por vez primera al capital. Controla alrededor del 4% de las acciones del Popular y es muy amigo de los nuevos socios latinoamericanos del Banc Sabadell.
Pero Del Valle solo no puede tomar ninguna gran decisión. De momento, aunque intenta un golpe de estado interno en el banco, lo máximo que ha conseguido es impulsar una guerrilla que poco o nada favorecerá a los propios intereses que defiende.