Hace unos años, la banca extranjera pisó España. Marcas como Lloyd’s, BNP, Citibank, Deutsche, Barclays y otros intentaron entrar en un mercado que presentaba buenas credenciales de crecimiento financiero. Venían a pescar en una economía que avanzaba positivamente durante varios ejercicios. En ningún caso triunfaron. Si acaso, ING Direct, filial del banco holandés del mismo nombre, consiguió abrirse camino gracias a que no abrió ni una sola oficina al aterrizar.
El mercado bancario español es de una gran complejidad. Fue interesante en algunos momentos económicos, pero los extranjeros ni supieron ni fueron capaces de obtener rentabilidad en sus apuestas. Todos han acabado abandonando el país o manteniendo apenas pequeñas oficinas de representación. Al revés la cosa funcionó mejor: casi toda la banca española tiene uno o varios pies en otros países, algunos de los cuales suponen un importante éxito para su cuenta de resultados.
En los últimos años, el fenómeno se presenta de otra manera. La banca española se halla con problemas de capitalización y los ricos extranjeros han decidido situar sus posaderas en el accionariado de los mismos. Cabe decir que los principales inversores foráneos en la banca del país son latinoamericanos: de Colombia y México, principalmente.
Los inversores internacionales, sobre todo latinoamericanos, no aguantan ni el primer envite en la banca española. Slim, Del Valle y Gilinski tienen prisa por salir
La entrada de los extranjeros en el capital de varias entidades guarda una cierta relación con aquel movimiento previo y fracasado de la banca internacional en España. No aguantan ni el primer envite. Carlos Slim arrancó con mucha fuerza en el grupo de La Caixa, pero redujo su exposición. Otro millonario, el también mexicano Antonio del Valle, se adentró por el consejo de administración del Popular y al comprobar que no iba a controlar el invento parece dispuesto a mover el árbol como sea. Ni siquiera ha continuado como consejero tras sus divergencias con el presidente del clásico Banco Popular, Ángel Ron.
La última novedad sobre este mete y saca de la banca la protagonizó en las últimas horas Jaime Gilinski, un potentado colombiano que fue presentado por Banco Sabadell como un socio de referencia hace apenas unos meses. Quien debía ser uno de los accionistas de referencia del banco catalán parece que le han entrado las prisas por largarse. De hecho, en la última junta de accionistas Josep Oliu y su equipo intentaron tranquilizar a los minoritarios diciendo que Gilinski proseguiría como accionista, pero lo cierto es que el colombiano tiene ya sólo del Sabadell la mitad de lo que compró en 2015.
Está claro que aquellos banqueros clásicos que permanecían todas sus vidas en el accionariado de un banco acompañados por industriales que habían ganado dinero son ya minoría en el sector. Y es igual de constatable que los capitales foráneos nunca han sido grandes aliados de la banca española. Ni en otros tiempos, ni ahora.