Muy lejos queda un proyecto loable de... Artur Mas. Sí, sí, del expresidente Mas. Proponía, en la campaña de las elecciones autonómicas de 2003, un cambio profundo en la propia administración, una idea que se había puesto en práctica en algunos Estados de países federales, como Oregón, en Estados Unidos. Se trataba de gobernar por objetivos, y, por tanto, eso exigía la colaboración o la fusión de departamentos, dividiendo el ejecutivo en áreas específicas. Se buscaba cambiar la dinámica de la Generalitat, que había adoptado, para bien y para mal, las mismas características que la administración del Estado, desde la recuperación de la institución tras las elecciones de 1980.
Realmente lejos. Mas no pudo gobernar. Las fuerzas de izquierda, con Esquerra Republicana, formaron el primer tripartito. La cuestión es que aquel mismo Artur Mas que pretendía gobernar con legítimos criterios de corte liberal acabó apostando por un proyecto populista cuando no quiso asumir las responsabilidades que exige una situación delicada, con una caída de ingresos dramática, producto de una crisis económica de enorme envergadura en el momento en el que sí le tocó estar al frente de la Generalitat, a partir de las elecciones de 2010.
Puigdemont sigue hacia adelante, sin importarle que pueda haber un Govern de la Generalitat que gobierne
Esto es un relato. Uno particular, sobre lo que ha sucedido. Hay otros relatos, los que formula el independentismo. Pero tampoco puede haber un sinfín de relatos. La verdad tiene distintas ópticas, es cierto, pero el problema es que una gran parte de Cataluña no asume una verdad que se acerca mucho a la realidad, y pongan ustedes los matices que sean necesarios.
Mas no la quiso compartir. Y tampoco Carles Puigdemont, que ha decidido imponer un relato propio. El suyo. ¿Se lo cree realmente? Sería interesante saberlo. Ocurre con demasiada frecuencia que uno fortalece su propio relato porque sólo busca personas que lo corroboren, y se asusta si cae en un círculo social donde todo eso se ponga en cuestión.
Pero el insulto de Puigdemont es claro, directo, hacia otra buena parte de la sociedad catalana, que no puede entender una especie de patada a seguir constante, como los buenos jugadores de rugby.
CiU gobernó con el apoyo del PP catalán, y se olvidó de la sentencia del Estatut de 2010
Todo el independentismo carga contra el Estado español porque mantiene en prisión preventiva a cuatro políticos catalanes. Es cierto que puede ser una medida abusiva por parte del juez. Pero, ¿por qué se ha llegado a esta situación? No hay razones que justifiquen que el gobierno de la Generalitat decidiera impulsar un proceso independentista, con la determinación de organizar un referéndum de autodeterminación "sí o sí", como reclamó Puigdemont. Y eso no puede estar sujeto a la interpretación, a que se analice como una respuesta al desgraciado proceso del Estatut y a la sentencia del Constitucional de 2010.
El Gobierno de CiU, con Artur Mas, aprobó dos presupuestos con el PP catalán, sin importarle, a priori, esa sentencia que fue consecuencia, precisamente, de un recurso contra el Estatut del PP. ¿Por qué no se reconoce abiertamente?
Ahora, la apuesta de Puigdemont por investir a Jordi Sànchez, es poco más que una broma. Es un insulto para todos los catalanes, independentistas incluidos, porque lo que hace es mantener a todo el país sin un gobierno “efectivo”, con la aplicación del 155. Toda su interpretación de lo sucedido no es real, es su propio relato, el que se ha construido para no reconocer sus errores.
¿En qué momento esa parte de la sociedad catalana le pedirá cuentas a los que le han llevado hasta aquí?
El gran problema ahora es que toda una parte de la sociedad catalana, casi la mitad, acabe sumida en la frustración y en el rencor, porque no es menos cierto que contar con dirigentes en la prisión no es el mejor camino para volver a la normalidad. Ahora bien, todo estuvo en manos de Puigdemont. Y prefirió no convocar elecciones y promover una declaración de independencia en el Parlament, que no iba a ninguna parte, antes que ser llamado traidor en su propio pueblo, Amer.
¿En qué momento esa parte de la sociedad catalana le pedirá cuentas a los que le han conducido hasta aquí? ¿De verdad existe una sociedad civil con vigor y activa en Cataluña? Por ahora no la vemos.