Con motivo del 40 aniversario del retorno de Tarradellas y de la restauración de la Generalitat provisional, he vuelto a releer la carta enviada por el expresident al entonces director de La Vanguardia, Horacio Saénz Guerrero, publicada el 16 de abril de 1981.
Su lectura hoy nos aboca a una conclusión relevante a la hora de interpretar el pasado y, sobre todo, pensar en el futuro. La conclusión es simple: Pujol tuvo desde el primer día la independencia de Cataluña como objetivo. Y toda su política, que Tarradellas califica de desleal y victimista, ha tenido como objetivo crear las condiciones para hacer efectiva esa independencia. Las políticas de contentamiento del Estado han servido para que el nacionalismo acumulase más poder. Los momentos de tensión y confrontación, para reforzar el victimismo.
Algunas de las frases de Tarradellas merecen recordarse porque son plenamente actuales. Así, refiriéndose a la política de Pujol, señala: "hoy podemos afirmar que debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado".
Tarradellas recuerda el 6 de octubre de 1934 y señala que ya entonces no se escuchó su voz y que pesó más la exaltación de un nacionalismo exacerbado: "la demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo".
Dice también Tarradellas que para ocultar el mal gobierno se utiliza "un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima". Y continúa: "las declaraciones de Pujol en que decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho [...] constituyen un doble juego ya muy gastado en la política catalana".
Pujol tuvo desde el primer día la independencia de Cataluña como objetivo. Y toda su política, que Tarradellas califica de desleal y victimista, ha tenido como objetivo crear las condiciones para hacer efectiva esa independencia
También señala que en una carta a Heribert Barrera, entonces presidente del Parlament y máximo representante del supremacismo catalán, le hacía constar "mi disconformidad con la política sectaria, discriminatoria y carente de todo sentido de la responsabilidad por parte de la Generalitat".
Nada nuevo bajo el sol. La historia se repite y nadie aprende. Con todo, que el nacionalismo independentista quiera obtener sus objetivos, aún a costa del interés de los catalanes y con riesgo de confrontaciones violentas, es coherente con su ideología. Y no debería sorprender a nadie. Sus intenciones sólo no han sido evidentes para quienes no han querido verlas. Por interés político, por connivencia en la corrupción o por pura ineptitud.
El pulso actual lo perderán los secesionistas. Básicamente porque el nacionalismo se ha precipitado por miedo a que la crisis le hiciera perder el poder. No han dejado que sus políticas de ingeniería social acaben de proporcionarles mayorías electorales y sociales suficientes. Pero si todo sigue igual, es decir, si continúa la instrumentalización de la escuela, el control de los medios, la política desleal y torticera que ya denunciaba Tarradellas en su carta de 1981, lo normal es que dentro de unos años puedan aspirar a amplias mayorías. ¿Hará alguien algo para evitarlo? Alguien tratará de hacer políticas para que dentro de unos años no volvamos a las andadas? Sinceramente, no espero nada de los gobernantes españoles, si los catalanes no nacionalistas no consiguen ser determinantes en la política catalana y española. La mayoría social, sin mayoría política, no sirve para nada.