Jordi Pujol continúa estando triste y esta sensación de abatimiento es una condena perpetua, y tiene motivos. Ahora está arrepentido de su autoinculpación porque por la boca muere el pez. La coraza que utiliza Artur Mas para decir que la operación ha sido urdida desde las cloacas del Estado no le sirve al expresident, que ha sido apartado de la agenda política como si fuera un leproso que infecta todo lo que toca.

Jordi Pujol no era tan bueno como dantes decían sus exegetas, ni tan malo como dicen ahora los antiguos trovadores de su vida y milagros. Cataluña es un país de disfraces. No me gusta cortar la leña a un árbol caído, y no lo haré. Que en su pena está la penitencia.

Entiendo la tristeza infinita de Pujol por las tres flechas que le han atravesado el corazón, y no son de Cupido.

La primera es porque para un ego tan grande como era el suyo, su inculpación, el día de Santiago y patrón de España, fue como romper el cristal del espejo que no hay forma humana de reparar el estropicio.

Él, que estaba convencido de que iba a pasar a la historia de Cataluña como el Guifré El Pilós contemporáneo, ha caído y desaparecido por el sumidero de las cañerías de la corrupción, como uno más de la crónica de la picaresca del siglo XXI. Otro en la lista que encabeza Rato, otro leproso.

La flecha más dolorosa que recibirá Pujol es ver cómo buena parte de sus hijos en 2018 ingresan en prisión

La segunda flecha envenenada es la de saber que el partido que en 1974 creó, su legado político, no tenía las raíces profundas que parecía como el árbol del logo de la marca Convergència. Artur Mas decidió cambiar el nombre por un Pecat (no le falta sino que le sobra la d), por unas razones equivocadas que pienso escribir en mi próximo articulo. Ver cómo un hijo político lo mata a tu propia gente es de una crueldad infinita que no existe ninguna entrada de las 81.333 palabras registradas de la RAE, ni de ninguna otra lengua, que dé nombre a cómo queda el padre al que le matan al hijo.

La tercera flecha, la más dolorosa, será ver cómo buena parte de sus hijos en 2018 ingresan en prisión. El sacrificio de su autoinculpación no habrá servido para evitarlo. ¿Por qué estoy convencido? No sólo porque probablemente haya delito --España es un Estado de derecho y se rige por los principios de la democracia--, sino porque el Estado no perdona a los traidores. El procés es una losa puesta encima de la familia del ex Molt Honorable President de la Generalitat.

El Estado, através del brazo judicial, los meterá en prisión porque en su partida de ajedrez ha movido la ficha para que la acusación de la Fiscalía no sea por delito fiscal, que se exonera con una elevada sanción ejemplarizante, sino porque a la chita callando, fuera de los focos, ha empezado ha construir el sendero que les llevara una temporada a la sombra.

La jugada es que Anticorrupción procese a la familia Pujol no individualmente, como delito fiscal, sino como "banda criminal organizada", que la pena para un delito fiscal es de siete años de prisión.

El Estado no perdona a los traidores. El procés es una losa puesta encima de la familia del ex Molt Honorable President de la Generalitat.

No se confundan les legos en derecho. Lo de criminal no significa haber cometido ningún crimen. Tampoco lo es la conocida expresión de "querella criminal". Es una redundancia porque una querella aceptada por el juez es en sí mismo criminal.

La definición de crimen organizado es "toda actividad delictiva llevada a cabo de forma concertada por varios individuos que tiene por objeto la obtención de un beneficio (económico, político o social), para los miembros del grupo, y para cuya consecución utilizan una estructura que define jerarquías y funciones entre ellos de forma más o menos estable".

La estrategia de Anticorrupción es procesar a la familia Pujol, con esta definición de crimen organizado, en el que como mínimo tienen que estar tres miembros. Los padres no ingresaran en la prisión aunque la culpable de esa corrupción familiar es la madre por el efecto Urdangarin que se produce quien cree que está por encima del bien y el mal protegido por la ley del padre. En toda España era el Rey, y en Cataluña, Pujol...

Jordi Pujol no es un lego. Lo sabe, por eso esta triste.