Aunque las metáforas marineras, tan queridas por el expresidente Mas, están de capa caída, Puigdemont en sus intervenciones en el Parlament con motivo de la cuestión de confianza ha optado por poner rumbo de colisión.

En Cataluña algunos como Arrufat, explícitamente, y otros de forma implícita, parece que apuestan por tensar la cuerda a la espera de "algún tipo de violencia". Tambien desde el lado no secesionista hay quien ha llegado a la conclusión de que la única forma de revertir la situación es una colisión que haga inevitable la intervención de la Generalitat y el consiguiente fin de las políticas de fomento del secesionismo practicadas desde hace décadas.

No sé si Puigdemont ha valorado que no estamos ante una mera repetición del 9N. El Estado no puede permanecer a la expectativa hasta el último momento como en aquella ocasión

No soy amigo de las colisiones. Los daños para el conjunto de los catalanes pueden ser muy elevados. Pero, si nadie lo evita, acabará ocurriendo. Una vez marcado un rumbo, cambiarlo exige una decisión explícita y clara. Y no parece que nadie tenga el liderazgo ni la voluntad de hacerlo. El mero hecho de acelerar el proceso secesionista no hará más que agravar los perjuicios que la deriva secesionista ya está provocando en la sociedad catalana, en cuestiones sociales, económicas, de convivencia y de calidad democrática.

No sé si Puigdemont ha valorado que no estamos ante una mera repetición del 9N. El Estado no puede permanecer a la expectativa hasta el último momento como en aquella ocasión. El RUI se plantea que sea organizado desde la administración autonómica y con partidas presupuestarias específicas. No cabe el "engaño" del que presumía Mas, el Astut. No hay margen para la inhibición. Ni para esperar al último día a ver qué pasa.

Es cierto que de aquí a la pretendida celebración del RUI pueden pasar muchas cosas. La primera, que la CUP no apruebe los presupuestos. Yo descartaría esta opción. A los cuperos les conviene llegar hasta el final, bien para que se produzca la esperada y, parece, deseada colisión; bien para ganar terreno electoral si al final Puigdemont frena o cambia el rumbo. Otra opción es que los sectores secesionistas que dudan de la conveniencia del RUI, que parece que son numerosos, acaben imponiendo al Govern que desista de su celebración y convoque elecciones. Para que esto ocurra, el Estado debe mostrar su decisión firme de parar la pretendida consulta a la par que debilitar el bloque secesionista abordando temas pendientes como el de la financiación autonómica.

Si nadie lo evita, nos dirigimos hacia una colisión que no llevará a Cataluña a la independencia real pero que sí puede acabar con algunos miles de personas en la calle, con el riesgo que ello comporta

Pero, si nadie lo evita, nos dirigimos hacia una colisión que no llevará a Cataluña a la independencia real --recordemos la falta de reconocimiento internacional, la falta de control efectivo del territorio, la falta de recursos económicos y la división entre catalanes-- pero que sí puede acabar con algunos miles de personas en la calle, con el riesgo que ello comporta.

Siempre he pensado, y lo sigo haciendo, que el nacionalismo catalán no arriesgará la detentación del poder de la Generalitat por una algarada callejera con nulas posibilidades de éxito. Pero cuando uno se aficiona a vivir al borde del precipicio, por mucho que crea que controla la situación, cualquier accidente es posible. Espero que los dirigentes secesionistas recapaciten, aunque cada paso que dan nos aboca a una confrontación que parece inevitable.