Pablo Iglesias ha conseguido que Susana Díaz y Pedro Sánchez digan lo mismo. En sus días más oscuros, las pocas alegrías del PSOE le llegan de sus adversarios. Ciudadanos ha despejado el campo de la socialdemocracia en dirección al liberalismo, el PP concede al País Vasco el dinero que niega al resto de comunidades para que el PNV aligere la presión a los socialistas ante los presupuestos e Iglesias aporta al partido socialista un poco de la cohesión interna perdida por las primarias y todos los hechos innombrables que le precedieron, al permitirles coincidir en el rechazo a la moción de censura. Esta última alegría podría ser pasajera o materializarse en algo más atractivo.

La moción de censura de Podemos, si llega a presentarse formalmente, no tendrá por objetivo derrotar a Mariano Rajoy, que de momento está fuera del alcance de la discreta fuerza parlamentaria del grupo de Iglesias; su propósito manifiesto es perjudicar al PSOE para consolidarse ellos como primer partido de la oposición, al menos oficiosamente para el público de izquierdas. Es una inversión en la expectativa de unas elecciones generales que muchos intuyen para el próximo curso.

El propósito manifiesto de la moción de censura de Podemos es perjudicar al PSOE para consolidarse ellos como primer partido de la oposición, al menos oficiosamente para el público de izquierdas

Iglesias tendrá la oportunidad de hablar durante cinco o seis horas desde la tribuna. Todo un reto. Se supone que los invertirá en algo más que en recitar su habitual condena a la Transición, en criticar merecidamente al PP por su corrupción sistémica y en afear la supuesta pasividad del resto de partidos e instituciones ante este desastre moral. Al ser una moción constructiva deberá hablar también de educación, sanidad, política exterior, seguridad interior, modelo de Estado y del proceso independentista, de todo lo que hay que hablar para no ser acusado de superficial y poco preparado para el cargo para el que se postula.

Felipe González aprovechó su fallida moción de censura contra Adolfo Suárez para presentarse como un joven de centroizquierda, europeísta y moderado que no quería asustar a nadie y aspiraba al voto de todos, o casi todos. La jugada le salió muy bien. Cuando ya se sabe que no habrá derrota para el presidente en el cargo porque la aritmética lo va a impedir, todo el riesgo recae en el aspirante. Tiene que dar la talla como futuro gobernante y exponer al detalle un programa de gobierno creíble. Hernández Mancha no lo consiguió y el PP le sustituyó al poco.

El resto de grupos encontrarán mil y una razones para no ofrecer a Iglesias su apoyo y para desacreditarlo políticamente. Nadie va a sorprenderse, y menos el aspirante a presidir el Gobierno, para quien el primer objetivo será visualizar precisamente este todos contra él, como expresión canónica de un sistema que se resiste a morir para dejar paso a lo nuevo. Pero esta batalla para ilustrar la resistencia a la nueva política no puede ser lo más relevante de la moción de censura, dado que es un hecho conocido y descontado; y, en realidad, Iglesias no aspira realmente a echar a Rajoy sino a comprometer al PSOE para derrotarle en cuanto pueda.

La moción de censura puede perjudicar muchísimo al PSOE o le puede garantizar una franja de supervivencia electoral para cuando vuelva a la vida. Pero no depende de el mismo, sino del líder de Podemos

La incógnita es saber desde dónde va a intentar comprometer al PSOE. El PSOE no va a votar a Iglesias como alternativa a Rajoy; tampoco Iglesias apoyó a Sánchez cuando se presentó a la investidura y no pasó gran cosa, salvo que los dos partidos perdieron diputados en las siguientes elecciones. Si se trata solo de eso, de una votación fallida para ser utilizada como arma arrojadiza, Rajoy lo tiene francamente bien. Lo razonable sería pensar que Podemos vaya a convertir la moción en una OPA programática a los socialistas. De ser así, la clave de futuro estará en comprobar si el discurso se reafirma en el radicalismo de izquierda con cierta tendencia al populismo o se adentra en la renovación de la socialdemocracia para disputarle al PSOE su espacio natural.

El PSOE no está para muchos trotes en estos días sin dirección y abierto en canal ante el mundo entero. La moción de censura le puede perjudicar muchísimo o le puede garantizar una franja de supervivencia electoral para cuando vuelva a la vida. Pero no depende de el mismo, sino del líder de Podemos. Le vendría muy bien que Iglesias invirtiera el protagonismo que le concederán las dos jornadas parlamentarias en repetir el discurso con el que derrotó a Errejón.