Cuando, según la hoja de ruta de Junts pel Sí (JxSí) y la CUP, Cataluña debería ser ya independiente, puesto que se han cumplido 18 meses desde las elecciones del 27S de 2015, lo cierto es que los catalanes están cada día más cansados del procés, que se estanca entre el inmovilismo del Gobierno de Mariano Rajoy y la quimera permanente del independentismo, encerrado en un solo juguete. Las últimas movilizaciones secesionistas han pinchado con relación a las expectativas. La concentración ante el Palacio de Justicia por el juicio a Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau no reunió ni de lejos las 50.000 personas anunciadas y contabilizadas, y, sobre todo, la respuesta a las condenas --también a la de Francesc Homs-- ha sido nula. Y ahora hay que añadir los resultados de la última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), decepcionantes para la euforia independentista, pese a las manipulaciones habituales.

El CEO detecta un aumento de 3,4 puntos del no a la independencia en cuatro meses, hasta alcanzar el 48,5%, lo que le da una ventaja de 4,2 puntos sobre el sí, la mayor desde junio de 2015, cuando alcanzó el 50,3%. Desde diciembre de 2014, el sí solo ha superado al no (en 5,3 puntos) en julio del año pasado. El sondeo, de todas formas, ofrece algún dato sorprendente. Sobre el referéndum, un 50,3% está de acuerdo en que se convoque, sea pactado o unilateral. Sin embargo, un 73,4% asegura que iría a votar en cualquier caso. Si solo la mitad acepta la consulta unilateral, ¿cómo se entiende que 7 de cada 10 digan que votarán? El propio director del CEO relativizó este dato al precisar que ir a votar o no dependía de muchas circunstancias y aprovechó para deslizar que si la policía precintaba los colegios electorales la gente se retraería.

Los catalanes están cada día más cansados del procés

El retroceso del independentismo se observa asimismo en la previsión de la futura composición del Parlament, donde JxSí y la CUP podrían quedarse sin mayoría absoluta (con un descenso de entre 2 y 4 escaños). El CEO se empeña en preguntar por JxSí cuando todo apunta a que ERC y PDECat irán separados a las elecciones, por lo que no es posible conocer el nivel de hundimiento del partido de Mas. En la parte del sondeo referida a las elecciones generales, sin embargo, sí que se confirman los malos augurios para el PDECat, que queda en último lugar.

La publicación de los datos del CEO pilló a Carles Puigdemont en Estados Unidos, donde, además de interpretarlos a su manera, se dedicó a desacreditar a la democracia española, comparándola con Albania, Armenia, Moldavia, Ucrania y Turquía, y asegurando que "no cumple con la Carta Europea de los Derechos Humanos". Para el president, que está fuera del mundo, España es un país decadente y atrasado, frente a una Cataluña abierta, democrática, pacifica, europeísta, defensora de la igualdad y comprometida con la protección del medio ambiente y con la acogida de inmigrantes y refugiados. Lo dijo en una sala de la Universidad de Harvard ante unas 90 personas, la mayoría estudiantes, muchos de ellos catalanes, que debieron alucinar cuando afirmó: "Nosotros, como ustedes, también creemos que la democracia se basa en la voluntad del pueblo. También creemos en instituciones como la suya, que empieza con las palabras We, the people (Nosotros, el pueblo)", en referencia a la Constitución de EEUU.

El procés ha acabado incluso con el respeto entre las instituciones

Al igual que había hecho su antecesor, Puigdemont equiparó el procés a la lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos y se reunió con algunos congresistas, pero, como dice Duran Lleida, "la máxima fotografía ha sido con un diputado desconocido en los pasillos del Congreso". En los medios independentistas ha sido noticia incluso que uno solo de esos congresistas, de ascendencia cubana y anticastrista por más señas, se pronunciara a favor del derecho de autodeterminación.

El viaje a EEUU coincidió con el anuncio de Rajoy en Barcelona de invertir en Cataluña 4.200 millones de euros hasta 2020 y 6.500 hasta 2025 en infraestructuras (corredor mediterráneo y Rodalies, sobre todo). Es cierto que otras promesas anteriores no se han cumplido, la ejecución de lo presupuestado ha sido mínima y la Generalitat tiene razón al denunciar la escasa inversión estatal en Cataluña (un 8,2% frente a la aportación catalana al PIB de un 19%), pero lo que no se puede hacer, cuando la otra parte mueve ficha al fin, es despreciar el ofrecimiento y atribuirlo a razones políticas. Nadie del Govern fue a escuchar a Rajoy, y el único que acudió al Palacio de Congresos, el conseller Josep Rull, llegó voluntariamente tarde, cuando el presidente del Gobierno ya había intervenido.

Nunca se habían producido desencuentros e ignorancias mutuas tan flagrantes. El procés ha acabado incluso con el respeto entre las instituciones.