Los catalanes raciales, como lo arios, pronto habrán desaparecido. A ello contribuye el mainstreaming de la modernidad migratoria. Quedarán, sin embargo, los valencianos conversos, hijos putativos del milenio, dispuestos siempre a un barrido y un fregado. Entre ellos, Vicent Sanchis --"sobre mi conciencia, todo; sobre mi espalda, nada"--, que ahonda como director de TV3 la herida infligida mil veces por el nacionalismo sobre la bravísima plantilla profesional de Sant Joan Despí.

En TV3 sobra gente y Sanchis ha llegado con el cuchillo entre los dientes para cercenar lo que convenga. Antes de su nombramiento, mucho antes, el entonces president, Artur Mas, le dijo a un periodista de La Vanguardia: "si quieres ser director de la tele, aquí tienes el cargo, pero a condición de que despidas a tres mil". El tal comisionado no aceptó, se ganó una vicaría de Godó en Washington y ahora deleita las mieles de una Casa Blanca que cada día es portada.

En TV3 sobra gente y Sanchis ha llegado con el cuchillo entre los dientes para cercenar lo que convenga

La impostura reside en la noticia del mismo modo que la intriga habita en el cargo. Lo primero te permite dormir tranquilo; lo segundo va en el sueldo. A Sanchis le va segundo y su fama le precede. Hace años, desempeñó la dirección del Avui y lo sometió vandálicamente al bisturí que se deshace de la grasa y acaba reventando el tejido interno de una redacción. La audiencia de TV3 toca suelo (muy por detrás de Telecinco y Antena 3). Y hace apenas 48 horas que cinco exconsejeros de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA) hicieron público un manifiesto en el que apremian "la necesidad de inyectar dinero público y olvidar criterios partidistas" (se han creído que el erario catalán es aquel Banco de España que festoneó Rendueles). La declaración de Jaume Ferrús, Miquel PuigJoan Manuel Tresserras, Enric Marin y Joan Majó llega después del nombramiento de Sanchis y expresa la división en el seno de JxSí. En el documento titulado La CCMA que Catalunya necessita, los exmiembros del órgano inciden en el deterioro de los medios públicos y destacan el bloqueo de la Corpo. Farrús se permitió decir que presentarlo ahora coincidiendo con el nombramiento de Sanchis, el pasado día 22, ha sido una casualidad.

Pero las casualidades no existen. Colocado por decisión de Francesc Homs y Artur Mas, con la complicidad callada de Junqueras, Sanchis fue el primero; después ha aparecido el comité de sabios, los exconsejeros, que exigen calidad a los medios públicos tras muchos años de laminación y complicidad con el peor enemigo del periodismo: el dogma de fe (soberanista).

Mas sabe muy bien lo que hace. Darle a su amigo Sanchis el deus ex machina del independentismo, para que reparta tortas y caramelos a su antojo

Mas sabe muy bien lo que hace. Darle a su amigo Sanchis el deus ex machina del independentismo, para que reparta tortas y caramelos a su antojo. La toma de posesión del juguete ha coincidido con un momento de provisionalidad de la CCMA: la mitad de los cargos están pendientes de renovación, y su presidenta, Núria Llorach, está en funciones. "Si nadie está contento, incluidos el comité de empresa y el consell profesional, es que el equilibrio funciona", dice Sanchis; además, tiene a mano el recogedor de basura: "el sistema responde a una ley del Tripartit, que fue aprobada por mayoría absoluta en el Parlament". 

Mientras TV3 sigue perdiendo share, con unos ratios peores a los del verano pasado, Sanchis lanza su mensaje de puesta de largo en el Parlament: “tomaré decisiones rápidas y acertadas". Ay, ay, ayyyyy... El periodista tiene el mismo toque friki cum laude que tenía cuando presentó su tesis doctoral en la Ramon Llull (Els assassins d'El Capitán Trueno), y sus mentores le bailan el agua. Mas es obsesivo, especialmente en el error. Con decir que es amigo de Roberto Maroni, líder de la  Liga Norte, fachundia populista y xenófoba, y que se lleva de muerte con Fabian Picardo, del Peñón, está todo dicho. En su lista personal variopinta figuran también dirigentes eslavos de probada ortodoxia, con apellidos de jugador de básquet, como el ex primer ministro lituano, Algirdas Butkevicius, o el coacher Valdis Dombrovskis, exjefe del banquillo letón.

Artur es un cristiano viejo, un creacionista de sacristía; Sanchis es un marrano marcado por la impureza dulcemente creativa de su mestizaje cultural

A Mas le van los hijos de un Dios menor; a Sanchis, le interesa el poder de la escaleta. Mas es reventón, enrojece y se le hinchan las mandíbulas cuando se encabrita. A Sanchis se le marca el nervio que atraviesa el esternocleidomastoideo. Mas es ordenado y sistemático al extremo; Sanchis es un empollón, diestro en el manejo de la pluma, lo que le valió Premio Carles Rahola de Ensayo. Mas ha fondeado muchos veranos en la bahía de Ciutadella, manejando yate, embozado en Fred Perry y Lacoste; Sanchis, veraneaba en la Malvarrosa y visitaba mitteleuropa, previo estudio urbanístico de mapa casero. Con la crisis, Mas ha ido regresando a su redil vacacional de El Maresme y Sanchis a su vivienda de la Vila Olímpica frente al Bogatell. Se parecen menos de lo que creen. El ex president cree en la Cataluña ontológica, más allá de la historia y de la casuística. Sanchis es un mantenido, a medio camino entre la metafísica y el color del dinero. Son el fuego y el material ignífugo que recubre al cok.

Artur es un cristiano viejo, un creacionista de sacristía; Sanchis es un marrano marcado por la impureza dulcemente creativa de su mestizaje cultural. Mas es aséptico y gramaticalmente plano; Sanchis es arrobado y amante de las cornucopias. Asisten juntos, sin saberlo, al crepúsculo del catalanismo racial.