Vamos progresando. De un prófugo de la justicia pasamos a un presidiario, y de éste a un conspicuo representante de la Convergència del 3%, de quien ya se habla como de un presidente de transición, aunque no se sabe muy bien hacia qué. En cualquier caso, teniendo en cuenta lo poco que lo aprecia la CUP, el señor Turull igual se queda con las ganas de presidir la Generalitat. Y si la CUP hace la vista gorda, da lo mismo, pues en unos meses habrá sido inhabilitado por la justicia española. Mientras tanto, eso sí, se habrá conseguido lo fundamental, que no es formar gobierno, sino seguir liando la situación en el frente doméstico mientras, en el foráneo, Puchi y sus amigos siguen echando pestes de España y presentándose como pobres pacifistas víctimas de los excesos de una dictadura atroz.

Desde el trullo, el beato Junqueras urge a formar gobierno cuanto antes, pero los que gozan de libertad no le hacen mucho caso. Incluso parecen sentirse cómodos en este peculiar interregno. Ni siquiera se paran a pensar que Junqueras se está ganando la presidencia a pulso con su actitud digna y estoica. Puestos a presentar un candidato imposible, ¿por qué no lo eligen a él? A fin de cuentas, Jordi Sànchez les ha salido rana: con tal de salir del trullo, dice que no quiere ser presi, que se retira de la política y que piensa volver a la docencia (lo cual demuestra que la cárcel, a veces, puede tener efectos beneficiosos sobre los individuos antisociales; aunque si los sueltas antes de tiempo, como a Turull, solo logras que salgan peor de lo que entraron, sobre todo si se les somete a las flatulencias de su compañero de celda).

Tal vez ha llegado la hora de soltar a Forn y a Sànchez. Total, les espera un juicio, y si en el ínterin se portan mal, siempre estamos a tiempo de volverlos a enchironar

En cualquier caso, el activista fachenda y vehemente que era Sànchez antes de su detención ha mutado en un pobre infeliz que solo quiere que le dejen volver a casa con su familia y que, para ello, renuncia (o eso dice) a lo que ha constituido el leit motiv de su existencia. Al igual que su amigo Forn, el que le dijo a su mujer que el Estado, a lo sumo, los metería a todos un par de días entre rejas y luego los soltaría ante la presión internacional: el doctor Trias sigue contando con él como candidato a la alcaldía de Barcelona, pero Forn solo quiere irse a casa y no volver a meterse en líos.

Tal vez ha llegado la hora de soltarlos a ambos. Total, les espera un juicio, y si en el ínterin se portan mal, siempre estamos a tiempo de volverlos a enchironar. Y ya puestos, ¿por qué no liberar también al beato Junqueras, convertido durante su encierro en un moderado que renuncia a la unilateralidad y solo aspira a ampliar la base social del independentismo? En estos momentos, Turull es más peligroso para la convivencia que el pío Junqueras: el primero no completó la terapia y el segundo la está alargando en exceso. El baño de realidad ofrecido por el penal de Estremera ha sido una epifanía para Junqueras, que ya sabe lo que se puede y no se puede hacer en el malvado Estado español. Si logra salir bien parado del juicio que le espera, podría convertirse en un futuro no muy lejano en un presidente de la Generalitat que pase a la historia por su sabiduría y su prudencia. Por el contrario, un energúmeno y un (presunto) corrupto como Turull se me antoja carne de presidio y víctima propiciatoria de flatulentos.