Quico Homs, el Orgullo de Taradell, empezó su carrera política imitando los gestos y la manera de hablar de Jordi Pujol, pero cuando se produjo el cambio en la jefatura del partido, se convirtió en un sosias de Artur Mas: no hay como mimetizarse con el jefe para medrar. Hasta en su juicio por lo del 9N ha adoptado la misma actitud que el Astut, hacerse el tonto, decir que la prohibición del referéndum --que en realidad era un modesto proceso participativo, según la coartada convenida-- no quedaba nada clara, y que a él, como al Astut, las cosas hay que explicárselas varias veces y de manera extremadamente clara porque, si no, no las acaban de entender y se hacen un lío.

Al igual que Mas, Quico también ha precedido su comparecencia judicial con declaraciones grandilocuentes. La mejor, la de que el juicio del 9N será, prácticamente, la tumba del Estado español. Y también al igual que Mas, una vez ante el juez, ha adoptado esa actitud timorata y despistada, prodigando las sonrisas, pero dejándose fuera la revolución de las mismas. Yo creo que los fans del Astut y de Quico --que los tienen, aunque parezca inverosímil-- habrían agradecido una actitud más gallarda, un poco en plan etarra que no reconoce al tribunal que lo juzga o algo así.

Yo creo que los fans del Astut y de Quico --que los tienen, aunque parezca inverosímil-- habrían agradecido una actitud más gallarda, un poco en plan etarra que no reconoce al tribunal que lo juzga o algo así

A fin de cuentas, como prevé Pilar Rahola al ser entrevistada en el panfleto mega subvencionado de Pepe Antich, nos van a intervenir la autonomía en septiembre y entonces habrá llegado el momento de lo que ella llama la revuelta catalana. No sé a qué clase de revuelta se refiere, pero si la tienen que encabezar unos tipos que se hacen el sueco, que mienten y que intentan salirse de rositas ante un tribunal, yo de ella no me haría grandes ilusiones. A nivel personal, siempre puede suprimir, en señal de duelo, sus míticas paellas en Cadaqués preparadas por el comisario Trapero, pero a un nivel más general, no sé qué espera que suceda con semejantes líderes independentistas. Si quiere bronca, va a tener que confiar en sus odiadas chicas de la CUP: si se le cruza el cable, Garganté es muy capaz de estrellar su autobús, en plan kamikaze, contra la Delegación del Gobierno, mientras Gabriel y Reguant bombardean con rebosantes copas menstruales las sedes del PP; de los buenos burgueses que participaron en las gloriosas jornadas del corro de la patata o del huevo frito, yo de ella no esperaría gran cosa.