Digo yo que, con la pasta que nos habrá costado la excursión a Atlanta del molt honorable Cocomocho y su fiel Cocoliso, lo mínimo a lo que teníamos derecho los sufridos catalanes era a una fotografía en la que se viera, juntos y sonrientes, al expresidente norteamericano y al encargado de nuestra comunidad autónoma, pero, a día de hoy, yo sigo sin ver esa foto por ningún lado. Tampoco he visto que Carter se haya pronunciado sobre el encuentro. Ya sé que 27 minutos no dan para mucho, pero sí para que Carter se haya tomado en serio las informaciones de Puigdemont o las haya considerado propias de un orate obsesionado que se cree oprimido. ¿Tanto le cuesta a Carter decir que su fundación se dedica a los oprimidos genuinos y no a los niños mal criados que exigen helado de postre cada día? ¿O, por el contrario, que comprende las justas quejas de Puigdemont y que hará cuanto esté en su mano para ayudarle a mediar con el malévolo Estado español? Pues ni una cosa ni otra: el hombre no se manifiesta en ninguna dirección.

¿Quién puede asegurarme que Cocomocho no pasó 27 minutos encerrado en un retrete de la Fundación Carter, del que salió diciendo que el encuentro había sido una maravilla?

La falta de comentarios sobre el encuentro y, sobre todo, la falta de la necesaria fotografía que certifique que ha tenido lugar, me lleva a pensar si la chifladura del Diplocat se ha disparado y si la entrevista, en realidad, nunca tuvo lugar. ¿Quién puede asegurarme que Cocomocho no pasó 27 minutos encerrado en un retrete de la Fundación Carter, del que salió diciendo que el encuentro había sido una maravilla? Si algunos conspiranoicos siguen negando la llegada del hombre a la luna, pese a las imágenes existentes al respecto, con mayor motivo puedo yo albergar dudas sobre la supuesta conversación mantenida entre Puigdemont y Carter. ¿Y si estamos ante el primer paso de una campaña delirante del prusés basada en las noticias alternativas? En ese caso, ¿cuál puede ser el siguiente paso? ¿Una entrevista con Trump, que consistirá en que nuestro presidente se tire quince minutos en el Dunkin Donuts más cercano a la Casa Blanca, añorando los xuxos de la pastelería de sus padres? ¿Una visita al Papa de la que la única constancia sea una foto de Cocomocho con un guardia suizo? ¿Una audiencia de Angela Merkel que se resuma en una imagen de Puigdemont y Romeva comiéndose un Frankfurt?

Ya sé que estamos en los tiempos de la posverdad, pero, francamente, irse a hablar con alguien y que no haya ni una foto del encuentro ni una declaración del anfitrión es, como poco, una tomadura de pelo carísima y una demostración más de que el Diplocat lleva a cabo un trabajo deplorable.