Tildar de facha a cualquiera que te lleve la contraria se ha convertido en el recurso habitual en España, en general, y en Cataluña, en particular. Según Cocoliso Romeva, los manifestantes de SCC de hace unos días eran una pandilla de neofalangistas. Para Gabriel Rufián, cualquiera que no está de acuerdo con él es un franquista o un facha absoluto. Y para Anna Gabriel, como pudimos comprobar ayer mismo, hasta Joan Coscubiela --un rojo de toda la vida-- es un facha. Para conseguirlo, le ha bastado con sumarse a la censura general por el conato de asalto a la sede del PP protagonizado por Arran, el sector más juvenil de la CUP. Huelga decir que las simpatías del señor Coscubiela por el PP son escasas, por no decir nulas, pero el hombre cree que la democracia consiste en convivir con aquellos a los que no soportas, concepto que la señora Gabriel no parece compartir.

Pese a lo progre que se considera, Anna Gabriel es idéntica a los que defendían a los cenutrios que se colaron en la Blanquerna de Madrid a reventar un acto de la Generalitat. Ella habla en nombre de Cataluña como aquellos matones lo hacían en nombre de España

Tampoco parece entender que no se puede estar en misa y repicando, en el Parlament ejerciendo de diputada y en un escrache bendiciendo lo que no es más que un acto de matonismo: daba gusto verla sonriendo ante la sede del PP junto a su compadre David Fernández, también de un humor excelente. Si se les comenta la paradoja, ambos ponen cara de que siempre tienen razón y, por consiguiente, todo lo que hacen está bien; todo lo contrario que el PP, que es la maldad personificada y cualquier acción en su contra está justificada. La señora Gabriel ha disculpado la gamberrada de Arran con los trucos habituales: que, para violencia, la del PP, partido que dedica todo su tiempo a jorobar al ciudadano lo máximo que puede. Reconozco que la señora Gabriel no va del todo desencaminada en su veredicto sobre el PP, pero no es eso de lo que estamos hablando, sino de mantener las formas y respetar la libertad de expresión. Pese a lo progre que se considera, Anna Gabriel es idéntica a los que defendían a los cenutrios que se colaron en la Blanquerna de Madrid a reventar un acto de la Generalitat. Ella habla en nombre de Cataluña como aquellos matones lo hacían en nombre de España. Una Cataluña concreta y una España concreta, claro está, que no tienen nada que ver con las auténticas.

Cuando se es un fanático, se puede incurrir en el mayor delirio y quedarse tan tranquilo. Como en el de llamar facha a Coscubiela por censurar el matonismo de los de Arran. En fin, que aproveche Gabriel mientras pueda la posibilidad de liarla en el Parlament, pues todo parece indicar que ella y los suyos no tardarán mucho en abandonarlo y volver a su hábitat natural: bares costrosos, casas okupadas o, en el mejor de los casos, alguna de las muchas propiedades inmobiliarias del hacendado Salellas.