Una cosa es aplicar la doctrina Zaplana —“Yo me metí en política para forrarme”— y otra es no llegar a final de mes con el sueldo que recibes como servidor público, que es lo que parece que le ocurre a Ada Colau y su alegre pandilla. Algunos comunes se están quejando de que los 2.200 euros mensuales de sueldo que marcó la jefa en su momento no dan para mucho, por lo que agradecerían un aumento tanto como los seguratas del aeropuerto. No me extraña: dos mil y pico euros no dan para mucho en una ciudad en la que alquilar un apartamento ya se te come la mitad de esa cantidad.
Me temo que los comunes están pagando ahora la sobreactuación de su líder cuando, deseosa de mostrar que representaba una nueva manera de hacer política, renunció al sueldo que le tocaba como alcaldesa; y con ella, todos sus secuaces, los que ahora se lamentan. No negaré que el gesto era bonito y bienintencionado, muy de activista social, por así decir, pero ya se sabe que la realidad siempre aparece para amargarnos la existencia. Como gesto, insisto, estuvo muy bien, y ya podrían tomar ejemplo los pedecatos de Puigdemont, cuyos sueldos superan los del Gobierno central, pero tal vez no era necesario, ya que ahora, al dar marcha atrás, se les va a echar encima todo el mundo —empezando por los sobrevalorados pedecatos—, acusándoles de burgueses y aprovechados. Más le habría valido a Ada aceptar la pasta que le tocaba a ella y a sus compadres y dejarse de gestos bonitos, pero poco realistas.
Dos mil y pico euros no dan para mucho en una ciudad en la que alquilar un apartamento ya se te come la mitad de esa cantidad
La gente, creo yo, no tiene nada en contra de que sus gobernantes se ganen la vida decentemente… Mientras rindan en su trabajo. Lo que cuesta más de entender es que alguien como Puigdemont gane más que Rajoy por crear la división en su territorio y fomentar el odio al vecino. O que el ayuntamiento no sepa poner coto a los excesos del turismo de borrachera en la Barceloneta (o a las chorradas de Arran).
Es decir, que un sueldo decente no es compatible con la incompetencia que se registra a ambos lados de la plaza de Sant Jaume. La política es un trabajo que, como cualquier otro, debe llevarse a cabo de la manera más acertada posible y debe remunerarse acorde a los resultados. Vistos los cuales, tanto en el ayuntamiento como en el gobierno autónomo, los que nos gobiernan tal vez deberían conformarse con un sueldo de mileurista. Pero ése ya es otro tema.