El juez Santi Vidal tenía el Estado en la cabeza, como Fraga, aunque en su caso se tratara de un nuevo Estado para el que, incluso, en sus ratos libres había redactado una Constitución. En esos tiempos --tampoco hace tanto--, todos los implicados en el prusés hablaban maravillas de él, aunque ya era el bocazas necesitado de atención que ahora acaban de descubrir que es. Con la misma unanimidad, me lo han puesto de vuelta y media, cuando han dispuesto del tiempo suficiente para decirle que tuviese un poco de cuidado con lo que iba largando en sus conferencias, para las que estaba solicitadísimo, no como ahora, que no lo invitan ni a una comunión. Tanta unanimidad me sorprende, la verdad. Le han perdido el respeto de un día para otro a causa de una información periodística. Han tenido que ver sus delirios impresos para asustarse, de lo que se deduce que desconocían el contenido de sus charlas o estaban de acuerdo con la peregrina excusa del señor juez, lo de que él decía todas esas cosas porque hay que animar a la gente. Tanta prisa en deshacerse de él ¿se debe a que solo decía falsedades o a que se le ha escapado alguna pista sobre los planes secretos de los responsables del prusés?
Han tenido que ver impresos los delirios del juez Vidal para asustarse, de lo que se deduce que desconocían el contenido de sus charlas o estaban de acuerdo y eran para animar a la gente
Me inclino por la segunda opción, como también parece hacerlo la justicia española, que se ha puesto a investigar las palabras de nuestro hombre para ver a dónde pueden conducir. A fin de cuentas, el secretismo impera últimamente entre los compadres del juez, partidarios de aquella astucia que reivindicaba el decapitado Artur Mas para hacer frente al perverso Estado español, que se las sabe todas: basta como ejemplo esa ley de desconexión ultra secreta de la que no se nos informa por nuestro propio bien. ¿Cuántos asuntos más habrá de los que tampoco se nos informa? A fin de cuentas, cuando uno se dispone a cometer una ilegalidad --el referéndum de septiembre--, no está para pararse en barras ante la ley, sino que opta por recurrir a todo tipo de añagazas con las que intentar torearse la legalidad vigente para fabricar una alternativa que resulte más chachi.
Puede que Vidal delire cuando habla de esos 200.000 millones que le va a prestar a la Cataluña independiente un país no europeo y no identificado, ¿pero lo hace cuando dice que la Generalitat dispone de todos nuestros datos y los ha conseguido de forma irregular? Hay que ir con mucho ojo a la hora de recopilar datos (aunque sea para erigir estructuras de Estado), y si no, que se lo pregunten a Òmnium y la ANC, nobles entidades a las que les acaba de caer un multazo de órdago por un quítame allá esos datos. Es muy cómodo deshacerse del juez bocazas sin distinguir entre las cosas que suelta por la boca, muchas de las cuales no suenan en absoluto a delirio. O sí, pero al delirio implícito en el prusés y en el que mucha gente --puede, incluso, que algunos políticos y plumillas-- creen ciegamente. Presentar a Vidal como un majara con incontinencia verbal y echarlo del senado suena más a la eliminación de un metepatas que a una decisión del más elevado orden moral.