La justicia ha tardado lo suyo pero, finalmente, Millet, Montull y la niña de Montull van a acabar entre rejas. Y Daniel Osàcar, tesorero de Convergència, aquel señor al que le enseñaban papelotes chungos firmados con las iniciales D. O. y que, por mucho que se estrujara el magín, no se le ocurría a quién podrían identificar. Aunque el talego de estos individuos es la noticia fundamental del asunto, uno prefiere fijarse en un dato, aparentemente secundario, pero de una importancia capital para lo que queda de Convergència: los más de seis millones de euros que le reclama la justicia por haberse puesto las botas, como partido político, con las trapisondas del patricio Millet y su secuaz.

Seis millones de euros es un montón de dinero, como bien sabe el embargado Artur Mas, aunque lo suyo no alcanzaba esa suma. Parafraseando a Josep Pla, cuando deambulaba, pasmado, por una iluminadísima Times Square, I tot això qui ho paga? Vamos a ver, el PDeCAT es un partido del que pasa olímpicamente hasta su supuesto líder, el fugado Puigdemont, que le ha hecho unos feos de padres y muy señor mío. Es un partido con un futuro muy poco claro que no tiene nada que ver con aquella máquina de ganar dinero e influir en la sociedad que fue Convergència hasta que el Astut decidió cargársela en un ejercicio de caudillismo del que su sucesor ha tomado buena nota.

A un partido político que se está yendo al carajo y al que basurea hasta su propio líder, solo le falta un pellizco de seis millones de euros para irse directamente a la ruina

La táctica del PDeCAT se ve venir: dirán que ellos no tienen nada que ver con Convergència, que la multa no les atañe y que no tienen por qué cargar con las consecuencias de las fechorías de otros. Nice try, como dicen los anglosajones, pero a nadie se le escapa que el PDeCAT está trufado de convergentes de toda la vida y que, a sus supuestos líderes renovadores, Marta Pascal y David Bonvehí, no les hace caso nadie. Y menos que nadie, el iluminado Puigdemont.

Estamos ante la versión política de esa fea costumbre empresarial de declararse en quiebra, montar otro negocio y decir que, como el anterior está muerto, no se debe nada. En el caso de los pedecatos, aunque compartan con Converència la misma dirección social y hasta el mismo número de teléfono, me temo que van a intentar endosarle la deuda a esa entelequia insolvente en que el Astut convirtió el clan de los Pujolone. A un partido político que se está yendo al carajo y al que basurea hasta su propio líder, solo le falta un pellizco de seis millones de euros para irse directamente a la ruina. ¿Cuánto faltará para que le cancelen las tarjetas de crédito al pobre Puchi? La excursión a Bruselas se debe de estar poniendo en un pico, con lo que no debería extrañarnos que el presidente 130 tenga que acabar volviendo a Cataluña en autostop.